La de cosas que podemos hacer únicamente presionando un interruptor. Encender la luz, cambiar de canal, poner en marcha la vitro, avisar al conductor de que nos vamos a bajar en la siguiente parada… Un botón nos hace poderosos. Pero este es distinto a todos los demás. Primero, por el lugar en el que está colocado: el mismísimo escroto. Y, segundo, porque dándole podemos decidir si queremos o no queremos liberar a nuestros espermatozoides.
Suena a ciencia ficción, pero es únicamente ciencia. Es el último avance en métodos anticonceptivos para hombres. Porque pensados para los cuerpos de ellas hay muchos: píldoras, inyecciones, anillos, diafragmas, el DIU… Pero, ¿y para hombres? Preservativo o vasectomía. Punto pelota. Por eso, sistemas como el Bimek SLV están llamados a revolucionar el mundo de la contracepción.
¿En qué consiste? Muy fácil: es un implante que se coloca, mediante una cirugía de unos 30 minutos, en el escroto del paciente. Un botón que se pulsa cuando se quiere evitar el embarazo y que no permite que los espermatozoides se mezclen con los líquidos seminales, eliminando la posible concepción. Además, este sistema es reversible, y basta con volver a presionar el botón para liberar de nuevo el esperma.
Ahora soy estéril, ahora no lo soy. Ahora soy estéril, ahora no lo soy. Más o menos, en eso consiste. Por el momento, se encuentra sometido a estudio, aunque se espera en el mercado dentro de relativamente poco, para 2018. Las pruebas se realizan en voluntarios que quieran someterse al estudio, empezando por el propio inventor, que se implantó uno para probarlo. Todavía habrá que esperar.
Y el caso es que el mundo de los anticonceptivos para hombres está experimentando cierta evolución. También están bastante adelantados los estudios del Vasalgel, una inyección que coloca un gránulo de gel sintético en el conducto por el que pasa el esperma para que actúe como filtro, permitiendo el paso de fluido pero no el de espermatozoides. Esa sustancia puede permanecer sirviendo de parapeto durante 10 años y también es fácil de eliminar si, durante ese tiempo, el hombre decide tener un hijo; basta con otra inyección de bicarbonato sódico para disolver el gel. Y hala, a procrear.
Parece demasiado bonito para ser cierto, pero la ciencia apunta en esa dirección. Y tal vez asuste aquello de tener un interruptor ahí colocado o que te peguen pinchazos en una zona tan… controvertida. Pero, oye, ¿por qué van a ser ellas las que carguen siempre con el peso de la contracepción? Una inyección en los huevos no es precisamente seductora pero, si ese es el precio de la tranquilidad, habrá que planteárselo cuando estos inventos de la ingeniería médica moderna lleguen al mercado…