Más de una vez hemos ofrecido algunos títulos en los que los emprendedores, fundamentalmente los más jóvenes, pueden verse reflejados y coger ideas sobre otros triunfadores sociales y casos de éxito. Una de esas guías totalmente necesarias, considerada una Biblia del emprendimiento, es el libro escrito en 1937 por Napoleón Hill Piensa y hazte rico.
En él, el autor, consciente del momento que se vivía la Gran Depresión, periodo de preguerra…, trata de dar valores y consejos de tipo espiritual y oportunos a los empresarios y sobre todo a los que desean serlo para alcanzar la cima o superponerse a las adversidades económicas o de personalidad en las que se podía encontrar.
Realmente, no es un libro puramente económico, como podríamos imaginarnos, sino que utiliza la filosofía, el bienestar y sobre todo la reflexión a través de 13 principios para armarnos de poder y llevar a cabo nuestras estrategias y objetivos. A través de varias ideas, va descifrando su modelo:
El deseo
Lo considera el punto inicial, la base y primer paso hacia la riqueza. Todo ser humano que conoce el dinero, quiere dinero, y para ello hay que obsesionarse con este. Canalizar todos nuestros actos y emociones hacia la consecución de ganancias, tener mentalidad ganadora y productiva y, sobre todo, darlo absolutamente todo para enfocar nuestros intereses.
La fe
Para visualizar y conseguir nuestro deseo. Como se suele decir, la fe mueve montañas, y el autor trata de desvelarnos cómo esta puede llevarnos al éxito, al mezclar nuestro deseo con nuestra creencia absoluta y ciega en conseguirlo. Esto proporciona un bienestar interior e inteligencia para guiarse por las pautas que marcan nuestro recorrido. Dominar la mente y ponerla en marcha para nuestro objetivo, confiar en lo que hacemos y, sobre todo, por qué lo hacemos.
La autogestión
Es el vehículo que nos llevará a influir en nuestro subconsciente. La creencia de que el hombre puede dominarse a sí mismo y manejar su mente totalmente es el canal hacia el que autoconcienciarse del objetivo y ponerse a trabajar de forma integral por él. Hill pensaba que los pobres eran pobres porque no trabajaban y dominaban su mente, la tenían distraída. En un estado de fe absoluta, tenían que beneficiarse de la sugestión y darse órdenes efectivas.
La especialidad del conocimiento
Además del conocimiento general, el especializado es el más indicado para conseguir todo lo que nos propongamos. Una persona que consiga saber de todo no podrá llegar fácilmente a nada, mientras que otra enfocada en un segmento especial sabrá sacarle partido a dicha idea. Las costumbres no son buenas, en tanto que restringen nuestras capacidades, y no nos indican aprendizaje, sino ignorancia.
La imaginación
El taller de trabajo de la mente. Bien es conocido que las personas más creativas o imaginativas presentan mayores ideas y planes, crecen más y son más felices. La base para alcanzar el éxito está en poder pensar, crear, materializar qué queremos. La fuerza de las ideas, intangibles, puede derribar todo un sistema y hacernos arribar más fuertes, debido a la grandiosidad de la mente.
Decisión y perseverancia
No dejarnos influenciar por opiniones ajenas, circunstancias o fracasos que no son nuestros. Debemos estar centrados y rotando únicamente alrededor de nuestra idea, que hará que esta cobre fuerza, nos impulse y madure nuestra mente. La indecisión y la inconsistencia es propia de la juventud, de la inexperiencia.
Por otra parte, la perseverancia es el sostén para mover nuestra fe hacia el deseo de riqueza. Cuando se unen fuerza de voluntad y deseo, se forma una irresistible unión, similar a la que tienen los ricos para atraer más riqueza. Una especie de seguro contra el fracaso, capaz de sobrepasar circunstancias mal avenidas.