Algunos se casan por la Iglesia solo para tener un álbum de fotos más vistoso. Las flores, los trajes, los jardines... Todo suma para tener unos recuerdos más coloridos que los que ofrece un aséptico juzgado. Otros buscan una finca a las afueras, una ladera frente al mar o un mirador desde el que capturar el atardecer. Pero Ashley Schneider y James Sisson han ido un paso más allá. Más que un paso, unos 17.000 pies. Él, de esmoquin; ella, de novia. Pero ninguno de los dos con zapatos de vestir, sino con botas de montaña, porque buscaban las fotos de boda más épicas de la historia, y coincidieron en que solo las encontrarían en la cima del Everest.
Todo un año planificando la expedición, dejando a un lado la lista de bodas y el reparto de invitados en la sala de banquetes. A principios de marzo llegaron a Nepal, dispuestos a emprender la aventura que culminaría con su unión. Como invitados a la singular ceremonia, tan solo su fotógrafo, Charleton Churchill, y un equipo de sherpas. Y, en lugar de mesas redondas vestidas con elegantes manteles, copas de cava y centros de flores, tiendas de campaña, piolets y mochilas.
Durante tres semanas, la pareja ascendió hasta el Campamento Base de la montaña cargando con sus trajes de etiqueta y sus votos, que leyeron abrigados por la helada nieve del monte más alto del planeta.
Dicen que les hubiera encantado disfrutar de su día con amigos y familiares, pero que su ánimo por celebrar la que quizá sea la boda más atípica que cabe imaginarse les atrajo tanto, que no pudieron resistirse. "Por mucho que quisiéramos compartir nuestro día, nos sentíamos atraídos por la idea de escapar y casarnos en una vacaciones increíbles", explicaba la novia al Daily Mail.
La pregunta ahora es: ¿cómo celebrarán los Sisson sus aniversarios? Habrá que estar atentos, porque la cosa promete.