Puede que ya lo sepas, pero te lo vamos a recordar: La OTAN es esa organización internacional que, desde 1949, se encarga de proteger los intereses de la región del Atlántico Norte, una coalición aliada formada por países de América del Norte y Europa Occidental. Aunque, en su origen, el objetivo fundamental fue la defensa ante un posible ataque por parte de la URSS, actualmente, la cooperación se extiende a campos como la economía, la ciencia o el medio ambiente.
La OTAN de Trump
Pero, ahora, la OTAN vuelve a mirar con recelo hacia el Este: Tras anexionarse Crimea en 2014, Rusia ha estado en constante tensión con los países bálticos miembros de la alianza. La llegada de Donald Trump al poder, no ha hecho sino agravar aún más el problema: El presidente electo de Estados Unidos lleva tiempo criticando que su país tenga que hacer frente a un "desproporcionado gasto" que no le es rentable y ha amenazado con "no garantizar la defensa de los intereses europeos ante un eventual ataque". Un escenario que cambiaría el escenario geopolítico de forma determinante, con una Europa mucho más vulnerable.

Ante las dudas, la OTAN ha movido ficha para blindar a Lituania, Letonia y Estonia, antiguas repúblicas soviéticas -ahora aliadas- que temen verse, en un futuro próximo, en una situación similar a la de Crimea. Por ello, 300.000 soldados estarían ya preparados para llegar a la zona de combate en tan solo dos meses, en vez de los seis que, normalmente, se tarda en realizar un despliegue. La cosa se ha puesto seria: Se trata del mayor fortalecimiento militar de la OTAN en la zona desde los tiempos de la Guerra Fría.
El miedo báltico a Rusia
Los dirigentes de estos países lo tienen claro: “Necesitamos una política disuasoria creíble en la región báltica que influencie los cálculos rusos y les demuestre que los costes de una interferencia serían muy elevados”, avisaba el presidente de Estonia, Toomas Ilves, en la pasada cumbre de la OTAN, en Varsovia. Lituania ha ido un paso más allá y ya ha empezado a avisaba manuales explicándole a los civiles qué hacer en caso de una invasión rusa.

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, también se pronunciaba al respecto en una entrevista para The Times: “Hemos visto a una Rusia más enérgica, implementando un despliegue militar sustancial a lo largo de muchos años, triplicando la inversión en defensa y desarrollando capacidades militares nuevas, ejercitando sus fuerzas y usándolas contra sus vecinos".
Una desconfianza hacia Rusia que se refuerza con las controversias y las suspicacias que está suscitando en Occidente su participación en el conflicto sirio, lo que ha contribuido a elevar todavía más la preocupación internacional.
Pongamos que hay una invasión
RAND Corporation, un importante think tank norteamericano, ha llevado a cabo un estudio a fondo sobre lo que sucedería si Rusia invadiera los países bálticos.

Según sus conclusiones, si ahora mismo las fuerzas militares rusas se movilizaran, alcanzarían los alrededores de Tallin y Riga en unas 60 horas. Eso dejaría a la OTAN casi fuera de juego, pues no tendría suficiente tiempo de reacción y se vería forzada a maniobrar rápido y mal. Aunque el informe detalla que el escenario podría cambiar radicalmente en caso de contar con un despliegue militar adecuado. Una táctica que frenaría a Rusia, pero supondría el inicio de una guerra que, seguramente, se prolongaría durante tiempo, con consecuencias devastadoras.
Ese movimiento le costaría a la OTAN cerca de 2 700 millones de dólares al año. Hay que tener en mente que esta organización está compuesta por 28 países y que todos ellos aportan una determinada suma anual. En total, este año, el total de las aportaciones ha sido de cerca de 919 000 millones de dólares, según el informe anual de la OTAN. Así que, en lo tocante a las cifras, sería perfectamente asumible.
Una amenaza cada vez más extendida
Pero Lituania, Letonia y Estonia no son los únicos, hay otros vecinos preocupados. Por un lado, recientemente, Montenegro ha acusado a los rusos de haber organizado un plan para asesinar a su Primer Ministro, Milo Djukanovic. Lo afirmaba el Fiscal Jefe de ese país, que cuenta que un grupo de nacionalistas rusos planeaba una operación magnicida durante las elecciones del 16 de octubre.
Porque, desde que se independizó de Serbia en 2006, Montenegro se ha acercado más a Europa, alejándose así de Rusia. Siguiendo esa tendencia, el país ha sido invitado a unirse a la OTAN, algo que no ha sentado nada bien en el Kremlin. De ser así, perdería su acceso estratégico al Adriático y se quedaría con Serbia como único aliado en esa región.

Y el caso más actual: las acusaciones de que Putin estaba detrás de ciberataques para influenciar las elecciones estadounidenses y las declaraciones de uno de los principales aliados del presidente ruso, Vladimir Zhirinovsky, que aseguraba que si no ganaba Donald Trump, habría una Tercera Guerra Mundial, una guerra nuclear.
Pues bien, como decíamos antes -y contra todo pronóstico-, ha ganado Trump, y Putin ha sido uno de los primeros líderes internacionales en felicitarle, declarando, según la agencia RIA Novosti, que ahora espera poder tratar “asuntos candentes de la agenda internacional, y buscar respuestas eficientes a los retos de la seguridad global”.
El futuro no está escrito, pero cabe la posibilidad de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca le dé un giro al escenario geopolítico internacional. Habrá que ver si ese volantazo repercute en una rebaja de las tensiones entre Rusia y Occidente o, más bien, sólo -o peligrosamente- en una reestructuración de los bandos enfrentados.