Todas las especies que conformamos el variado reino animal tenemos una cosa en común: experimentamos cierta predilección sexual por determinados rasgos físicos que consideramos innatamente más atractivos. Y, sin embargo, el ser humano es el único que puede, con frecuencia y con mucha intensidad, alterar los gustos y desarrollar atracción hacia rasgos muy exóticos. Así, la influencia de la cultura puede llevarnos a apreciar modas tan extrañas como el Ohaguro, una corriente estética japonesa del siglo X que consistía nada más y nada menos que en ennegrecerse los dientes. ¿Qué habría pensado uno de nuestros ancestros?
Muy probablemente lo habría relacionado con alguna enfermedad. Nada bueno: mejor me llevo mis genes a algún otro lugar. Pero para la alta sociedad nipona de aquella época, y como cuentan desde El Confidencial, habría sido un símbolo de salud ya que la técnica de ennegrecimiento que empleaban "prevenía el deterioro de los dientes". En concreto, lxs aristócratas usaban una solución de limadura de hierro y vinagre llama kanemizu. Una solución que muy pronto se extendería entre muchos otros estamentos sociales. De jóvenes de alta alcurnia a samuráis, mujeres de clase media, mujeres de clase baja y geishas.
Además, la moda también se viralizaría en algunas zonas de China y en otras regiones del sudeste asiático al punto de que unos dientes completamente blancos eran prácticamente asquerosos. En el periodo Edo, dicen según el medio español, "incluso llegó a hacerlo la Familia Imperial", lo que suponía una referencia nacional. Si hubiera existido un TikTok medieval habría estado colmado de dentaduras ennegrecidas. ¿Qué? ¿Qué ya lo está? Sí, pero en el mundo contemporáneo se trata de un tratamiento que persigue precisamente lo opuesto: proporcionar mayor blancura a los dientes. El Ohaguro estaba destinado a ennegrecer sin más.
Esto nos demuestra, una vez más, que muchas de las cosas que consideramos sexys y elegantes lo parecen a raíz de una moda cultural en la que nos hemos puesto de acuerdo. Los pitillos son sexys ahora. Ahora no. En diez años sí. Y luego no. Aunque muchas tendencias estéticas mueren para no regresar jamás. Como afirman en El Confidencial, "la práctica fue cayendo en el desuso con el paso de los siglos debido al fuerte olor que producía y lo complicado de su preparación, hasta el punto de que solo lo usaban las mujeres que iban a casarse, las prostitutas y las geishas". Era el principio del fin para el Ohaguro.
En el año 1870 el gobierno japonés, enmarcado dentro de la Restauración Meiji que duraría hasta el término de la Segunda Guerra Mundial, prohibió el Ohaguro en los hombres. Apenas unos años después la emperatriz Shōken se dejaría ver en público con los dientes blancos. Fue el definitivo golpe de gracia al Ohaguro, que en la actualidad queda limitado a las películas de época y el teatro kabuki. Hoy nadie cree que unos dientes que luzcan negros son deliciosos e invitan a un morreo. Todo lo contrario. ¿Pero quién sabe? Ahora todo cambia a una velocidad tan frenética que necesitamos robar ideas del pasado. Pero esta no, por favor.