Las noches ‘al fresco’ de nuestros abuelos podrían convertirse en Patrimonio de la Humanidad

El pueblo gaditano de Algar ha solicitado a la Unesco la inclusión de esta tradición veraniega en la lista de patrimonio cultural inmaterial.

Nuestras abuelas y abuelos tenían una preciosa costumbre: sacar unas sillas a la puerta de la casa, disfrutar del aire fresco de las noches veraniegas e interactuar con otros vecinos. Un ritual nocturno de una gran importancia psicológica, social y, según un pequeño municipio de 1.400 habitantes de la provincia de Cádiz llamado Algar, cultural. Porque su ayuntamiento acaba de solicitar que estas charlas al fresco se incluyan en la lista de patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, tal y como recoge The Guardian. Es una iniciativa que tiene en estos momentos más sentido que nunca: podrían perderse.

Después de todo, esta costumbre que permanece tan viva en Algar, y en muchos otros pequeños pueblos del territorio español, solía ser una costumbre general de la sociedad española. El buen tiempo hacía posible en los meses más calurosos del verano esta congregación de personas a las puertas de sus hogares, hablando y compartiendo las horas sin ninguna prisa. Eran tiempos en que no había, prácticamente, nada que hacer en el interior de las viviendas que no fuera comer o dormir. Por desgracia, nuestro mundo tecnologizado se está llevando por delante tradiciones como esta. Y especialmente las redes sociales.

Así lo cree el alcalde de Algar, José Carlos Sánchez, responsable de esta iniciativa que busca que las Naciones Unidas valoren debidamente una práctica humana antiquísima en peligro de extinción. En sus palabras, esto de sacar una silla o una butaca para pasar tiempo con la familia y con los vecinos "trata de conversaciones cara a cara y es lo opuesto a las redes sociales". Nuestro país ha sido históricamente un país muy dado al contacto social y eso es evidente en muchos aspectos, pero las redes sociales nos están desconectando hasta a nosotros, quienes en alguna época habríamos podido parecer invulnerables a sus efectos.

Nos distanciamos. Nos conformamos con una interacción social mucho más pobre e indirecta. Y este pueblo gaditano quiere impedirlo: "No es lo que era antes. Así que queremos volver a tener a todos fuera de sus puertas al aire libre en lugar de desplazarse por Facebook o ver la televisión dentro de sus hogares". Porque al final no son solo Instagram, TikTok y compañía. También la televisión, los videojuegos y los libros electrónicos. Son todas formas legítimas de entretenimiento y pueden tener cabida, pero no podemos dejar atrás, olvidada, la verdadera socialización. Los humanos simplemente la necesitamos.

Así, Sánchez enumera en The Guardian algunos de los beneficios de estas charlas al fresco. Como ahorrar un montón de energía, construir un sentido de comunidad vecinal, estar al tanto de las noticias que interesan a quien habita en un lugar o sentir menos soledad. Aunque estos procesos requieren muchos años, y debemos esperar hasta que las charlas al fresco sean consideradas oficialmente patrimonio cultural inmaterial, pueden servirnos ahora mismo para reflexionar acerca de cómo queremos vivir. Y quizá en un futuro veamos a esta costumbre junto a la pizza napolitana o la cultura de la sauna finlandesa. Lo merece.