Una sociedad asolada por la guerra es un campo yermo para sus generaciones futuras. Las duras condiciones de vida y la inseguridad a la que se ven sometidos impide a sus miembros más jóvenes encarar el devenir con garantías. Son menores que, a pesar de su corta edad, se han visto obligados ya a enseñarle los dientes a la vida. Es, por ejemplo, el caso de los niños que sobreviven en lo que queda del campo de refugiados de Calais, en Francia.
En la llamada 'Jungla de Calais', cerca de 1.500 niños, según la alcaldesa de la localidad, Natacha Bouchart, se encuentran en una situación crítica y sobreviviendo en condiciones de extrema pobreza, tras haber llegado a Francia escapando de los conflictos armados de Oriente Medio y África del Norte. Su objetivo era cruzar por el canal de la Mancha hasta Reino Unido, pero la destrucción del asentamiento por parte de las autoridades francesas se ha convertido en una nueva piedra en el camino.
Las excavadoras se lo han llevado todo y les han dejado completamente solos, lejos de su país, de su familia, durmiendo sin techo y expuestos a ser capturados por las redes de traficantes de personas.

Según el comunicado en inglés de la ONG Save the Children, “la situación para los niños refugiados y migrantes en Calais, Francia, después de la demolición de la “Jungla” es la peor que ha habido nunca. Docenas de niños se han visto obligados a dormir al raso, después de que se les denegara un lugar seguro donde pernoctar. Niños vulnerables durmiendo bajo puentes, al lado de almacenes y en el mismo campamento, que se ha convertido en un entorno volátil”.
El desmantelamiento
La situación se ha ido desbordando progresivamente, desde los inicios de los primeros campos en Calais, en 1998, hasta la actualidad. Por eso -y con el invierno acechando y empeorando las condiciones-, las autoridades francesas han decidido acabar con el campamento y reubicar a los migrantes. Esa tarea empezaba el lunes de la semana pasada, cuando 6.486 personas, según el Ministerio del Interior de Francia, eran obligadas a comenzar de nuevo en los más de 450 centros habilitados en el país. O en cualquier otro lugar. Preocupaban especialmente los menores no acompañados, obligados a subsistir sin ningún familiar que les sirviera de apoyo.
Niños y adolescentes de entre 10 y 17 años, sin agua ni comida, y abandonados a su suerte. Según Steve Bedlam, voluntario de una de las oenegés de Calais, "muchos de los niños carecen de mantas y de zapatos y algunos refugiados, que no están registrados, están todavía durmiendo fuera, con un frío que hiela".

¿Qué será de ellos?
Como explica Inca Sorrell, de Help Refugees, las autoridades francesas habían anunciado que los menores que, hasta el jueves pasado, no se hubieran registrado en el campamento, podrían ser detenidos. El proceso de registro estaba siendo un caos desde el lunes, con colas interminables que cerraban a una determinada hora para dejar, al final del proceso, a muchos niños -se calculan en más de 150- sin poder acceder al registro, quedando así en un limbo legal y con un futuro incierto.
Varios autobuses comenzaron ayer a llevarse a los jóvenes que todavía quedaban en el campo de Calais. Se supone que serán trasladados a centros de menores en Francia, donde estudiarán sus peticiones de asilo, tanto en el país galo como en el Reino Unido. Pero hay mucha confusión y las informaciones no son claras, por lo que los jóvenes suben a los transportes sin saber si por fin serán conducidos a sus destinos soñados.
Ante la difícil situación, los gobiernos francés y británico se pasan la pelota el uno al otro. En septiembre, el presidente francés, François Hollande, decía sobre los británicos que "sus compromisos tomados acerca de la cuestión de los menores tienen que ser respetados, pero también mejorados". Entonces, se calculaba que cerca de 500 menores del campamento podrían acogerse a la reunificación familiar y trasladarse a vivir con algún allegado al Reino Unido. Hasta entonces, sólo 75 niños habían seguido ese camino.
Lo peor es que aún hay mucha incertidumbre: habrá que esperar para saber cómo se soluciona esta caótica y penosa situación; si algunos serán deportados, si otros conseguirán empezar de cero una vida mejor, si los más afortunados lograrán reunirse con sus allegados en Europa... Sin embargo, sí hay algo que queda fuera de toda duda: las injusticias y el sufrimiento que han vivido de forma tan prematura estos menores quedarán para siempre en su memoria.
Crédito de la imagen: PHILIPPE HUGUEN, THIBAULT CAMUS