Juegan con inocencia, imaginando que son varitas mágicas, cepillos para el pelo o delfines. Su mirada limpia y pura no les permite otorgar el componente sexual que en realidad encierran. Porque no son juguetes infantiles, sino eróticos. Esta campaña puesta en marcha por la organización holandesa Free a girl pretende generar conciencia sobre la explotación sexual infantil, una lacra que afecta, según datos de diversas ONG internacionales, a cientos de millones de niños y niñas en todo el mundo.
Con este vídeo, Free a girl quiere mostrar que el sexo no es un juego de niños y que las cifras de prostitución infantil alrededor del mundo han aumentado de forma significativa en los últimos años afectando en su mayoría a las niñas. Un informe publicado por la End Child Prostitution, Child Pornography and Taffiking of Children for Sexual Purposes y que ha contado con la participación de más de 70 organizaciones afirma que hasta 223 millones de menores en el mundo ha sufrido relaciones sexuales forzadas u otras formas de violencia sexual en los últimos años.
Y esas cifras, lejos de remitir, describen una curva claramente ascendente. El mismo informe afirma que resulta imposible calcular una estimación real y certera, puesto que la mayoría de niños y familias no se atreven a denunciar los casos de abuso por miedo al estigma o a no verse lo suficientemente respaldados por las autoridades. Y también dibujan o, más bien, desdibujan, el perfil del abusador: si bien antes se circunscribía a un varón blanco, occidental y adinerado, al menos en los casos de violencia durante los viajes de turismo sexual, ahora mismo el prototipo se amplía a cualquier hombre, más o menos mayor, con más o menos recursos, local o extranjero.
Por eso, ante esta situación, Free a girl ha querido trabajar por la visibilización de esta cruda realidad. Las niñas portan simpáticos antifaces y se divierten peinando sus melenas con consoladores o agitando bolas chinas. Sonríen introduciendo los juguetes en su oreja, disfrutando de las cosquillas. Imaginan que vuelan como si fueran aviones. Inocencia, candidez. Infancias felices que contrastan con la dura realidad que otras niñas, como la que cierra el vídeo, se ven obligadas a vivir en otros lugares del mundo.