Cada vez es más común encontrar etiquetas en las prendas de ropa que garantizan que son “ecofriendly”. Incluso las encontramos en las cadenas de fast-fashion, que encima por el hecho de ser más respetuosas con el medio ambiente o haberse elaborado con materiales reciclados son más caras que las otras. Por desgracia, estos sellos de sostenibilidad no siempre garantizan un menor impacto ambiental y pueden ser engañosos, como evidencia el reciente escándalo con Better Cotton, una de las certificaciones más importantes para el algodón ético.
Una investigación de la ONG británica Earthsight reveló que Better Cotton estaba vinculado a la deforestación, el acaparamiento de tierras y la violencia en El Cerrado, Brasil. La noticia, aparte de ser un escándalo de cara al consumidor que seguía este sello como garantía de sostenibilidad, también muestra como las empresas siguen sin cumplir con su palabra con el medio ambiente.
Al final, muchas no dejan de sumarse al carro de la sostenibilidad solo para “quedar bien” de cara a la galería. Es el archiconocido greenwashing. Un ejemplo de esta práctica es el Índice Higg, una herramienta de sostenibilidad creada por Sustainable Apparel Coalition (SAC) con la colaboración de Nike, que fue criticada por no medir adecuadamente el impacto ambiental desde todos los prismas y por no rastrear completamente el origen y la fabricación de los productos.
En total, el mundo cuenta con 456 certificaciones diferentes para 25 sectores, incluidas la moda y la alimentación. Muchas veces, estos sellos y las afirmaciones de las marcas no tienen una base real o bien no significan exactamente lo que quieren decir. Es lo que pasa con la etiqueta “bio” que no tiene nada que ver con la “eco”, aunque ambas las pintes de color verde para que pienses que son igual de ecofriendly.
Un informe de Changing Markets, por ejemplo, encontró que el 59% de las afirmaciones sostenibles de grandes empresas internacionales como Asos, H&M e Inditex no estaban respaldadas y eran engañosas. Sí, ahora te estás acordando de esa camiseta que compraste en una de estas tiendes y que encima te la cobraron más cara, pero tú pensaste que era “para el bien del planeta”. Pues mira, resulta que puede que no sea tan sostenible como quieren vendernos.
Por ejemplo, en las tiendas siempre encontramos la etiqueta de que las prendas son hechas a partir de material reciclado, o bien que es reciclable, pero no se da más información. Se trata de uno de los métodos de greenwashing más comunes. Changing Markets explica que el 83% de las marcas de ropa promueven prendas de poliéster reciclado, aunque el 99% de este material proviene de botellas de PET recicladas, no de prendas viejas. Esto interrumpe el ciclo cerrado de reciclaje y genera microplásticos que no pueden reciclarse eficientemente, lo que lleva a que estas prendas terminen en vertederos o sean incineradas.
Actualmente, la Unión Europea está trabajando en exigir que, a más tardar en 2030, cada prenda vendida incluya un “pasaporte de producto digital” que proporcione información completa sobre su recorrido y su impacto ambiental. De momento, para evitar que nos tomen el pelo es un poco más difícil, por eso la manera más sencilla de comprar de forma sostenible es comprar ropa de segunda mano o directamente no comprar cosas innecesarias.