Las firmas de moda no acostumbran a elegir octogenerias como imagen de sus colecciones. Maggie Smith ha roto ese molde al convertirse en la protagonista de la nueva campaña de Loewe. Sus instantáneas, capturadas por el famoso fotógrafo alemán Juergen Teller, y con la dirección creativa del diseñador de la casa, Jonathan Anderson, se volvieron virales en cuestión de minutos. En ellas, resaltan las arrugas de su rostro, el enrojecimiento de sus ojos y su cabellera peinada con una gran onda y con predominio de las canas sobre el moreno. No hay rastro, al menos aparente, de maquillaje en la tez.
Pese a tener 88 años, la actriz ganadora de dos Oscar conecta bien con el público joven. Muchos la conocen por haber interpretado a la condesa viuda de Grantham en la serie británica Downton Abbey (Netflix), el personaje más ácido de este drama cuya película se estrenó en 2022, o por haber interpretado a la profesora Minerva McGonagall de la saga Harry Potter. Pero Maggie Smith es más que una actriz en esta campaña. Podría ser una señora del barrio de Salamanca, en Madrid, que lleva años paseándose por la tienda de Loewe. O la vecina del segundo de tu madre. O la mujer que se toma un chocolate con churros con sus amigas a la salida de misa un domingo. Es un rostro octogenario que te sonríe con un semblante natural y cercano mientras sujeta su bolso de lujo.
Las firmas de moda están apostando por la diversidad en su imagen como reflejo de la sociedad y, a la vez, por acabar con el edadismo que, hasta hace no mucho, imperaba en un mundo donde casi todos los espacios estaban reservados en exclusiva a la juventud. Este término, acuñado por Robert Butler en la década de los 60, se refiere a los estereotipos y prejuicios existentes en relación a la edad. Una discriminación que, según sugieren las investigaciones, puede ser ahora incluso más generalizada que el sexismo y el racismo, ya que hasta el 30% de la población mundial lo ha sufrido.
“Forma parte de nuestra comprensión del propio envejecimiento, nuestras relaciones intergeneracionales y perpetua conceptos estereotipados de las personas mayores, limitando nuestra comprensión de la diversidad existente en la vejez y transformándose en una actitud común en nuestras relaciones familiares, personales y nuestras prácticas profesionales, con consecuencias tanto en las personas mayores como en la sociedad”, aseguraba el Ministerio de Sanidad en una campaña por la ‘promoción del buen trato’ y la prevención del edadismo.
Joan Didion, pionera
La tendencia la inició Céline al recurrir a la fallecida escritora estadounidense Joan Didion en 2015, cuando tenía 80 años. Su fotografía, en la que aparecía con una camisa negra, un colgante de oro de gran tamaño y gafas de sol oscuras, sacudió entonces el mundo de la moda y allanó el camino para otras coetáneas como Jane Fonda, quien a sus 82 años protagonizó en 2020 la colección Off the grid, de Gucci.
Hace solo unas semanas, la periodista gastronómica Mary Berry (también, como Maggie Smith, de 88 años) apareció una campaña de Burberry, e Ian McKellen, participó a sus 83 años en el desfile de SS Daley de febrero de este año.
Inditex hizo lo propio con Ángela Molina (67 años), que se convirtió esta temporada en la imagen de Thirteen Pieces, una colección con prendas atemporales, minimalistas y de tonos neutros. En este caso la las imágenes ya no a color como en Loewe, sino en blanco y negro, donde resaltan sus canas blancas y las arrugas del rostro y el cuello. La elección de la actriz, icono del envejecimiento natural, fue toda una declaración de intenciones por parte de la empresa gallega liderada por Marta Ortega. Además, su firma Massimo Dutti, tiene a Charlotte Rampling, de 77 años, entre sus modelos.
Más canas en las pasarelas
Ver canas en las pasarelas ya es más norma que excepción. En la última Semana de la Moda de París, Helen Mirren, de 78 años, presumió de color de pelo con un cardado imposible para el desfile que la casa de cosméticos L’Oréal Paris organizó buscando “una visión única de inclusión y hermandad, además de una audaz declaración feminista”. Ahí también desfiló Andie MacDowell, de 65, que se enfundó un conjunto de pantalón, abrigo que simulaba al vinilo y sujetador, barriga al aire.
“Eso supone un respeto incluso por parte de la juventud. Es común que los hijos y jóvenes, a medida que vas cumpliendo años, digan frases del tipo: ‘¿Por qué te pones eso? ¿Tú te has dado cuenta la edad que tienes?’ Pero si ven que hay mujeres de 65 que son portada de Vogue, se ganan el respeto, además de servir de motor a otras mujeres”, asegura Sara Sánchez, modelo directora de la Escuela Agencia Sara Studio, donde realiza una mentoría para mujeres que se inician en el modelaje cuando pasan de los 50. Les enseña a andar en tacones de 12 centímetros, a vestir a cualquier diseñador y a moverse por la pasarela. Después, trabaja por que desfilen.
Sánchez está segura que esto no es pasajero: para las firmas, incluir a mujeres sénior es una forma de hacer marketing social. Y en la sociedad, teniendo en cuenta la respuesta que están teniendo estas campañas, gusta la moda que apuesta por lo inclusivo, tanto por lo que representa como a la hora de comprar los productos.
Pone de ejemplo a las grandes ‘top models’ de los 80 y 90, como Naomi Campbell, Linda Evangelista, Cindy Crawford, Christ Turlington, Elle MacPherson o Claudia Schiffer, algunas de las cuales han protagonizado las portadas de los números de septiembre de Vogue en EE.UU y Reino Unido. Según explica, son ‘modelos timeless’, sin edad. Porque ni la belleza, ni mucho menos la moda, están reservadas a ciertas franjas de la vida adulta.