Me metí en uno de los cines porno de España y fue muy inquietante

Pensar en la variada oferta de porno 100% gratuito en la red me hizo reflexionar sobre el absurdo que supone la existencia de cines porno en nuestro país.

¿Quién no conoce Pornhub, Pornotube o Youporn? Pensar en la variada oferta de porno 100% gratuito en la red, con géneros inimaginables años atrás, me hizo reflexionar sobre el absurdo que supone la existencia de 'Salas X' en nuestro país . Al parecer, en España todavía hay dos cines donde poder 'disfrutar' de una película porno en pantalla gigante, aunque lo proyectado no importa mucho, ya que los asistentes utilizan las butacas como punto de encuentro para cumplir unos deseos sexuales bastante sórdidos.

¿Cómo puede ser que estos rincones del vicio sobrevivan en la era del porno más cerdo y completamente gratuito? La respuesta la encontré en Valencia -el otro cine está en Granada- donde descubrí la única sala en funcionamiento de la ciudad en un bajo de la Calle Cuenca. Tras un par de días dudando, decidí irme hasta allí para comprobarlo de primera mano. Una experiencia turbia e inquietante que no repetiré porque jamás había estado tan nervioso dentro en un cine, me sentía como Al Pacino en la única sala en funcionamiento de la ciudad

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Había pasado en varias ocasiones por delante, ya que se encuentra en una zona cercana al centro, pero nunca se me había ocurrido adentrarme por lo que desconocía si seguía en activo. A pesar de la gran ‘X’ color azul en la entrada, la sala pasa bastante desapercibida y nunca se verás colas en su taquilla. Un breve instante de duda antes de decidirme a pasar estaba un pelín ‘cagado’, la verdad, fue el momento que aproveché para hacer una fotografía a los dos carteles, único lugar donde se puede ver la programación porque no hacen publicidad.

Por el 'módico' precio de cinco euros, si vas los lunes que es el día del espectador, puedes ver hasta cuatro películas en dos salas que se proyectan de forma ininterrumpida desde las 11:30 de la mañana hasta las 23:30. En mi caso pude elegir entre Los desfases de mi novia y sus amigos, Maduras límites de la obscenidad, Deportistas muy perversas o Lexintong y su Bazoka, a la que finalmente entré en la Sala A. Tras comprarle mi entrada a la única taquillera, una señora nada sospechosa, decidí llegar hasta el final… o bueno, casi.

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Al pasar esa primera puerta aterricé en el hall donde me quedé un momento observando el ambiente. Todos los ojos apuntaban hacia mí, incluidos los del hombre que me pidió la entrada y al que noté muy extrañado con mi aparición. Había diez personas repartidas por el espacio y todo eran hombres que superaban los 40 años, excepto uno más joven y yo. Algunos estaban hablando y otros sentados en sofás, así que aproveché para entrar directamente a la sala.

Al cruzar la puerta todo se iba oscureciendo y un olor indescriptible, entre lo viejuno de los presentes y el sudor que emanaban, impregnaba mis sentidos. Dentro la penumbra era máxima, mucho mayor que en un cine convencional, así que tras mirar a mi alrededor fui avanzando entre gemidos y un sonido muy potente que desconcertaba bastante en esa atmósfera de nebulosa. Tampoco vi a nadie comiendo palomitas ya que sus apetitos estaban concentrados en otro tipo de 'cosas', ya me entiendes.

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Tenía curiosidad por saber lo que me iba a encontrar, por todo lo que había leído en los foros de internet, aunque tengo que decir que de entrada los 15-20 hombres de dentro me impactaron y no sabía bien qué hacer. Para no desentonar más en el espacio decidí no sentarme al final, no quería parecer un mirón, pero tampoco muy delante porque quería tener la mejor visión posible, así que avancé unas filas y me quedé con un asiento pegado al pasillo.

No me llevé la clásica gabardina, sombrero y gafas de sol, pero estaba claro que mi presencia en la butaca destacaba y enseguida llamé la atención. Al minuto de sentarme se acercó un hombre que quería entrar en mi fila y le dejé pasar, obviamente. Nada más tomar asiento hizo el movimiento de inclinarse, desplazando las manos para acercarse a mis pantalones. Quería chupármela, así que mi reacción fue instantánea levantándome de sopetón, algo que le sorprendió y dio pie a nuestro pequeño diálogo.

- ¿No quieres?

- No, no.

Supongo que mi negativa no es normal por estos lares, pero como quería estar más tiempo dentro me moví tres filas hacia detrás y volví a sentarme en una esquina. Nunca había visto porno en una pantalla grande y, la verdad, pensaba que sería divertido ver cómo follaban a ese tamaño, pero el paisaje era demasiado inquietante. Si ya estaba nervioso antes de entrar, este acercamiento lo cambió todo, porque me sentía observado por partida múltiple. Además notaba una sensación extraña, sus caras reflejaban una mezcla de tristeza y decadencia difícil de asimilar. 

$!Cine Porno Codigo Nuevo Imagen de Sala X en Quito (Ecuador)

En mi nueva posición, mientras veía a Lexintong Steele desplegando todo su potencial, dos hombres se apoyaron en la pared que había justo a mi izquierda. Tranquilamente y mirando a su alrededor, esperaban a que alguien se les acercara para hacerles una mamada, así que intenté mirar fijamente a la pantalla y no dar pie a ninguna interpretación más. Entre los jadeos que sonaban de fondo me mantuve sentado durante varias secuencias, esta vez con la chaqueta sobre mis pantalones.

Nunca me había 'acojonado' tanto y creo que jamás había estado tan lejos de tener una erección. ¿Sabes eso que notas cientos de ojos clavados en tu espalda? Pues tal cual, nervioso perdido. Todos los espectadores eran hombres que pasaban los 40 y que, con el paso de los minutos, se movían en modo depredador por las diferentes filas de butacas. El goteo de hombres, y de fluidos supongo, era constante conforme iban terminando las diferentes escenas.

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Lo cierto es que esperaba ver a alguna mujer en la sala por lo que había leído con anterioridad en Internet, pero esa tarde no me crucé con ninguna. Al levantarme y ganar visibilidad comprobé que detrás había dos tipos sentados el uno al lado el otro, ambos esperando previsiblemente a un momento de ‘tranquilidad’ entre el público y un aumento en los gemidos del film para completar su día del espectador particular.

Cuando me decidí a abandonar aquella sala, no me quedé al happy ending de los vecinos, me llamó mucho la atención una máquina tragaperras muy pornográfica y una barra de bar 'ochentera' con luces de colores que funcionaba como decoración porque no había nadie. En medio de ese hall cutre y solitario me sentí un poco desprotegido por lo que decidí entrar a los baños. Allí aproveché para lavarme los manos, no sé muy bien por qué, y esperé un poco frente al espejo para ver si entraba alguien.

$!Me metí en uno de los cines porno de España y fue muy inquietante

Salí sin cruzarme con nadie, algo que le sentó muy bien a mis nervios antes de abandonar el recinto. Mi dignidad había sobrevivido intacta a la experiencia más fálica de mi existencia. Es más, me quedé sorprendido por la limpieza del cine al no observar manchas ni restos de semen a pesar del festival que tenían montado algunos de estos señores. Mucho mejor que la mayoría de discotecas y festivales veraniegos no diré nombres nada sospechosos en apariencia.

Por mi parte, cumplí el objetivo marcado en esta Sala X de la Calle Cuenca y que no era otro que comprobar cómo podía mantenerse activa tras haber tenido apenas 4.560 espectadores en todo 2014 y una pírrica recaudación de 52.543€ todo según los datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Más allá de la teoría de la conspiración, ya sabemos que este cine funciona como un punto más de cruising en Valencia, un lugar diferente donde cumplir ciertas fantasías sexuales con una fina selección de porno heterosexual como telón de fondo.

$!MADRID. 17-7-09. PRIMER CINE X DE ESPA„A. FOTO: JOSE RAMON LADRA

Sexo ocasional, lujurias desatadas y un sitio tan oscuro como anónimo donde poder citarse con otras personas para “llenar un vaso de leche” explican la supervivencia de estos sórdidos rincones a pesar que, desde sus inicios en España allá por 1984, el negocio de la pornografía en cines arrancó casi muerto, ya que las primeras licencias llegaron casi al mismo tiempo que se popularizaba el Betamax, el VHS y los videoclubs.

Si algo demuestra mi experiencia es que en un cine porno la película siempre fue y será lo de menos.  Más de dos décadas después de su apertura, el empeño de los propietarios de la Sala X unido a la afluencia de una nutrida lista de clientes habituales, son las mejores y únicas razones para que todavía exista una sala cine porno en Valencia.