Para Volver A Empezar No Es Necesario Esperar un Final, Basta Con Desear Un Principio

La frase “partir de cero” es una patraña. Nunca se parte de cero. Ni siquiera la primera vez. Pero el no “empezar de cero”, no significa que no podamos “empezar de nuevo”,

Como el mito de la página en blanco que paraliza la mente del autor. Como la inverosímil fatalidad del “gatillazo” inédito. Como lo del buen rollito con las ex de tu chico… También la frase “partir de cero” es una patraña. Nunca se parte de cero. Ni siquiera la primera vez. Pero el no “empezar de cero”, no significa que no podamos “empezar de nuevo”, algo distinto. Tal vez mejor.

En este loco mundo de la pareja, del amor y el desamor, de los sentimientos y de la pasión, nada, o casi nada, parece nuevo. Tampoco viejo. Pero siempre será diferente. Es como el agua que fluye en el arroyo de nuestra vida. Siempre agua, distinta agua, pero siempre agua. A veces corre con más premura, dando brincos entre las piedras, lamiendo los márgenes verdes o las arenas doradas de las orillas, cuando la ilusión nos mira de frente y nos dice aquello de “bonitos ojos tienes”.

Otras, las aguas bajan densas y oscuras, preñadas del fango de las mentiras, de la traición o de los celos. Pero ni siquiera entonces el río deja de fluir. Siempre avanza, remonta la represa que han creado ese montón de hojas y ramas muertas y la vida sigue su curso. Hasta en el estanque, el agua busca, con el tiempo, filtrarse por los poros de la tierra para volver a brotar de nuevo a la superficie y fluir hasta el mar. Y de cada escollo, de cada poza, de cada remanso, el río arrastra su sabor y sus sombras. Aprendemos de cada experiencia. Y la primera lección es que no hay dos relaciones iguales, aunque algunas puedan parecerse, y mucho. Pero nada se repite de la misma manera. Para empezar, hay otro “tú”, otra persona y sus circunstancias, como diría Ortega. Esa persona, aunque tenga rasgos comunes o parecidos a otras personas de relaciones anteriores, siempre será distinta. Sus experiencias, vivencias y desamores escriben su propia y particular historia que, ahora, compartirá contigo.

También las circunstancias vitales que te rodean serán distintas. La edad, el trabajo, las relaciones sociales y familiares y un millón de cosas que escapan a nuestro control, cambian a diario a nuestro alrededor. Todo ello, queramos o no, modifica nuestra forma de percibir el mundo, y con ello, también la forma en que vivimos una relación. Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. El factor determinante, la clave de ese “empezar de nuevo” sin empezar de cero. Nosotros mismos. Esa parte de la relación de pareja que nos corresponde como protagonistas. Y es que todo nuestro bagaje: experiencias buenas, malas y regulares; lágrimas vertidas y sonrisas olvidadas; disgustos y complicidades, todo eso, digo: FUE. Existió una vez, pero ya no existe. Nos queda, amortiguado y borroso, o vivo y afilado, su recuerdo. Nada más, ni nada menos. Por eso se hace imposible “partir de cero”. Pero depende solo de nosotros evitar que sea una rémora para nuestra nueva relación, la que ES ahora, la que existe en este momento.

Por el contrario, el reto es aprender y crecer con la experiencia, y sin apartarla, porque al fin y al cabo forma parte de nuestra vida y está disuelta en el agua de nuestro arroyo, sepamos aprovecharla para vivir una “nueva” relación desde un “yo” más seguro, más sincero con uno mismo, más comprensivo y más comprometido.  Me contaba hace poco un amigo cuanto le gusta lanzarse a volar con su parapente: “cada montaña es una experiencia distinta, cada vez que salto es diferente”. Así lo veo. Esto de las relaciones de pareja es como el parapente: siempre emocionante, siempre diferente. No os quedéis en el fango del estanque. Echar a volar.