Si una tendencia marca el devenir de la humanidad en las últimas décadas es la de la individualización. Los seres humanos solían convivir en tribus más o menos amplias hasta que comenzaron a asentarse indefinidamente en lugares concretos. Ahí aparecieron las comunidades y, más tarde, en una socialización más reducida, los vecindarios. Pero esto último también está perdiéndose: la gente vive cada vez más aislada en su vivienda, sin demasiado contacto con los vecinos, e incluso se celebra como un éxito el hecho de vivir solx y no tener que negociar con nadie más. Te lo venden como algo bueno. Como una liberación. Pero esa soledad escogida es un veneno para tu salud mental.
Es lo que ha confirmado una vez más una investigación llevada a cabo por científicxs danesxs alrededor de la influencia del urbanismo en el bienestar psicológico de las personas. Publicado en la revista especializada Science Advances, el estudio concluye “que las personas que viven en los barrios residenciales de las ciudades tienen un mayor riesgo de depresión que las que habitan en los centros urbanos o en el entorno rural”, apunta la periodista Inés Sánchez-Manjavacas en la sección Salud del diario El País. ¿El motivo? En esos barrios de casitas adosadas o chalets se produce una bajísima interacción social. Y aunque parezcamos olvidarlo diariamente, esa interacción es clave.
Lo es porque es una parte fundamental de las personas. De ahí que “el riesgo más bajo de depresión lo encontraron los autores en las zonas rurales y en las áreas de los centros de las ciudades que contaban con espacios abiertos, factores determinantes para facilitar la interacción social”. La sociedad neoliberal y su psicología positiva te han hecho sentir que solo te necesitas a ti mismx para ser feliz, que no tener que aguantar a nadie es delicioso y que en el silencio de la soledad se encuentra la paz. Pero no es así. Estás diseñadx para hablar, discutir y conciliar tus necesidades con las de los demás. Si eliminas eso de la ecuación de tu vida estás jodidx. Es una realidad científica.
Por eso el sueño del chalet con piscina en las afueras de la ciudad no es tan idílico como parece. Vivir en un barrio bien poblado en el que ser amable con lxs demás, conocer a lxs propietarixs de las tiendas, charlar con tus vecinxs, compartir fiestas y encontrarse en parques y en otras áreas públicas es bastante más enriquecedor. Y aleja la depresión. Y la ansiedad. Y evita que te consumas pensando todo el rato en ti mismx y en cómo trabajarte y mejorarte y blabla. Poner la atención en lxs demás es salud. Así que no te aisles. No te pongas los auriculares para que el mundo se silencie. No bajes la cabeza ante un encuentro. Levántala y sonríe. Y di buenos días. Construye barrio. Construye comunidad.