"La vida es difícil", suele decir la gente cuando siente que las cosas no le están saliendo todo lo bien que querría. Se dice como si se tratase de una cualidad inherente a la propia vida. Yo mismo lo he dicho con convencimiento en muchas ocasiones. Y sí, la vida es difícil, pero últimamente me estoy dando cuenta de que a la frase le falta un matiz: "La vida es tan difícil como tú quieres que sea".
Porque la vida como tal no tiene grandes complicaciones, ¿no? En realidad, lo único realmente esencial para vivir es alimentarse, dormir y echar lo que sobra. Es decir, lo que hace un bebé. Pero no vamos a ser tan simplistas y añadiremos dos cosas más que nos hacen falta: relacionarse y trabajar. La primera porque somos animales sociales, y por tanto, en mayor o menor medida, todos necesitamos crear lazos con otras personas; el segundo, porque necesitamos dinero para poder pagar, como mínimo, una vivienda y la comida.
El problema viene en que no queremos vivir tal cual, queremos llevar la vida que la sociedad dice que tenemos que llevar. Es decir: tener pareja, un coche, amigos, salir de fiesta, ir de vacaciones y tener un buen trabajo. Y no teníamos bastante con decir qué tenemos que querer, también hemos establecido cómo tenemos que comportarnos para conseguirlo.
Platón decía que existen dos mundos: el mundo real y otro, el de las ideas, en el que se encuentran las imágenes perfectas de todo lo que hay en el real -resumiendo mucho-. Y eso que parece una gilipollez es más o menos de lo que estoy hablando. Hemos creado la imagen de una vida perfecta, y el que no la quiere, es un loco.
Pero es que resulta que es imposible conseguirla. ¿Por qué? Por la ambición. Joder, hoy en día no ser ambicioso está mal visto. En la sociedad occidental, si vives en un piso tienes que querer tener una casa; si tienes veinte amigos, tienes que querer tener treinta; si veraneas en Marina d'Or, tienes que querer veranear en las Maldivas. Y da igual que te hayas aprendido todos los estándares de conducta humana y lo consigas, porque siempre habrá un paso más.
Así estamos inmersos en una continua búsqueda, una continua persecución de más, y más, y más, porque todos queremos ser el ciudadano ejemplar. Y esto a lo que nos lleva en muchas ocasiones es a hacer cosas que no queremos hacer y decir cosas que no sentimos, solo porque así creemos que estaremos más cerca de vivir esa vida que nos dará la felicidad. Pero la realidad es todo lo contrario y nuestra vida cada vez se va haciendo más difícil, hasta que, como dicen en El Club de la Lucha, nos damos cuenta de que no lo vamos a conseguir y entonces nos cabreamos con el mundo.
Pero todo tiene solución, y es muy fácil: decide tú cómo tiene que ser la vida perfecta. Olvídate de lo que piensen los demás y entonces todo es sencillo, porque solo debes tomar decisiones y comportarte siguiendo tus propias directrices. Y esto no significa olvidarte de los demás, porque dentro de esos principios puede estar contentar a alguien que te importa, pero jamás contentar a la sociedad.