Crédito de la imagen: Bianca Des Jardins
Te lo dicen en casa. Te lo dicen en el trabajo. Te lo dice tu madre, tu pareja y tu amigo del alma: “vales más que el oro”. Pero hay algo dentro de ti que dice que no. Que no es para tanto. Que ese premio que te han dado es porque había pocos candidatos. Que si la gente te dice que eres genial es porque en realidad no te conocen lo suficiente. Tus zonas oscuras, tus rincones frágiles, tus puntos débiles.

Pues déjame decirte que las casualidades no existen. Y que no te engañen. Que si te sientas a esperar, lo llevas claro. La suerte, como la casualidad, es de quien la persigue, de quien la suda, de quien se la trabaja. Y cuando se llega a la meta usando estas herramientas, ya no se puede hablar de suerte, sino de esfuerzo. De “joder, te lo mereces”.
Porque claro que te mereces las cosas buenas que te pasan.
Pero déjame decirte también que hay una cosa que, cuando la tienes, nadie te la puede robar, porque será tuya para siempre. Se llama autoestima. ¿Lo ves? Auto a ti estima querer. Porque uno, cuando no se quiere, inventa excusas y culpables para escurrir el bulto. Y ese hueco que se deja en zona húmeda que huele mal, es lo que aprovechará algún oportunista para arrancarte el pin que era tuyo. Y no, la culpa no es suya. La culpa es tuya por no defender lo que es tuyo. Por no tener tortícolis de ir con la cabeza alta. Por no pelear. Por no ir más allá de tus propias posibilidades. Porque sólo hay una cosa peor que ser débil; ser cobarde.

A pesar de todo, lo que casi nunca es casualidad son nuestros miedos y nuestras carencias. Alberto Royo, residente de psicología clínica, parte de que “nacemos como una tabula rasa, una especie de pizarra en blanco que empezará a ser escrita con las experiencias tempranas que serán fundamentales en el desarrollo del adulto en que nos acabaremos convirtiendo”. En definitiva, somos la página de un relato que se va escribiendo a medida que pasan los años y los daños.
Pero, ¿en qué momento de esta historia olvidamos hilvanar el amor propio? Royo asegura que “aprendemos del mundo en los primeros años a través de lo que vivimos y de la relación con los demás, y a través de esta relación va surgiendo y formándose el concepto de nosotros mismos, con nuestras fortalezas y debilidades”. Además de este factor, Rosa Padrosa, psicóloga especialista en sexualidad y pareja, defiende que la sociedad también juega un papel fundamental: “vivimos en el mundo del escaparate donde la comparación es constante y es un juego en el que uno nunca gana. Nos vemos reflejados en el otro, vivimos preocupados por agradar y que nos acepten. Y así, nos vamos distanciando de lo que realmente importa; aceptarse y quererse a uno mismo”.

Las redes sociales, además, lo han agravado todo. Nos hemos acostumbrado a ponerle filtro Valencia a todo lo que no nos gusta y a mostrar vidas Pinterest que casi nunca existen. Ocultamos lo feo. Maquillamos lo regular. Exageramos lo bonito. El escritor y motivador inglés Simon Sinek ha analizado este asunto en una entrevista que se ha hecho viral. Según él, los principales motivos de la falta de autoestima es la felicidad instantánea llevada al extremo y la falta de esfuerzo y de paciencia.
Lo cierto es que la gente ve lo que nosotros queremos que vean. Y si no te tienes la suficiente estima, si no sabes ponerte el valor justo que no el precio, entonces nadie lo hará. Y esto no va de activar el modo Mr.Wonderful. Se trata de auto aceptación. De humildad. De valentía. De poder y querer ir más allá. Y de hacerlo.
De verdad, quiérete mucho. Y quiérete bien. Porque al final, si no lo haces, les estás dando la razón a los que te hacen de menos.
Cuando la única verdad es que tú siempre has sido y serás más. Mucho más.