La línea entre el sueño y la vigilia es tan estrecha y difusa que siempre nos ha fascinado, especialmente a las mentes más brillantes y creativas de la historia. Es quizá por ello que ese estado intermedio entre el consciente y el inconsciente ha sido el objeto favorito de estudio de los psicoanalistas Sigmund Freud y Carl Gustav Jung. Al parecer, es justo en ese limbo en el que nuestra consciencia parece trascender los márgenes estrechos de nuestra mente y conectarse con algo más.
Según un artículo publicado en Live Science y recogido por El Confidencial, grandes genios del arte y de la ciencia como Thomas Edison y Salvador Dalí empleaban una técnica de sueño para fomentar estos estados intermedios y conseguir la inspiración que necesitaban para crear sus obras e inventos. El funcionamiento era más o menos el siguiente: se colocaban en una silla lo más cómoda posible he intentaban entrar en el sueño mientras sujetaban un objeto con las manos, normalmente una cuchara o una pelota.
La duración exacta del “sueño” inspirador debía ser la justa y necesaria para que la relajación obtenida provocara que el objeto caiga al suelo. Una vez caía, el ruido provocaba que la persona se despertara completamente siendo capaces de recordar todo lo que habían podido observar durante el trance al sueño y al inconsciente, algo fundamental en el artista surrealista catalán que intentaba plasmar en sus obras surrealistas el mundo onírico. Además, el cerebro parecía quedar en un estado más flexible que les permitía tener mayor imaginación y originalidad.
La clave de la técnica consiste en alcanzar la fase de sueño N1 o hipnagogia que por desgracia apenas supone el 5% de nuestros sueños nocturnos y que, al parecer, permite al cerebro visualizar formas, colores y fragmentos de sueños mientras se es capaz de escuchar y entender lo que ocurre a su alrededor. Una prueba de ellos es el experimento que explica Live Science en el que 103 personas con mucha facilidad para conciliar el sueño tenían que adivinar el último dígito de una secuencia de ocho números utilizando dos reglas muy concretas.
Pues bien, se demostró que los individuos que habían aplicado la técnica del sueño antes del experimento durante unos 20 minutos, tenían un 83% de posibilidades de resolver los problemas matemáticos en menos de 15 segundos mientras que los demás tenían un promedio de acierto de apenas el 30%. Por tanto, la conclusión es que realmente existe un punto ideal creativo en el que la mente alcanza su máxima capacidad antes de ‘desconectarse’ del mundo consciente y sumergirse en el inconsciente, un proceso que apenas dura unos minutos.
Otro dato muy curioso del experimento, es que si bien hay persona que tuvieron el inicio de un sueño relajante o visiones geométricas complejas, un tercio de los individuos se vieron a ellos mismos intentando resolver el problema matemático e, incluso, uno de ellos afirmó haber visto a un caballo en un hospital y acto seguido un hombre con una casco de plástico haciendo el mismo experimento. En cualquier caso, parece que la técnica no solamente nos hace a entrar en estados más propensos a la genialidad sino que también nos permite echar un vistazo consciente en ese océano inmenso y desconocido que supone nuestro inconsciente.