Hay personas que brillan, que tienen un color diferente. Parece que la oficina es en blanco y negro hasta que entran por la puerta y lo llenan todo de color. Pero en realidad no tienen nada especial, nada que no podríamos tener cualquiera, pero marca una gran diferencia. Su secreto es muy simple: la sonrisa de Duchenne.
El científico francés Guillaume Duchenne definió la auténtica sonrisa, cuando la persona no finge. Se puede identificar observando si los ojos están arrugados y los músculos de la cara se contraen, ya que resulta que no se pueden contraer voluntariamente, solo de manera espontánea.

Puede que nunca hayas oído hablar de ese tipo de expresión, pero, de forma inconsciente sin fijarnos en la forma de la cara, todos la distinguimos fácilmente. Tenemos una especie de radar natural para diferenciar sonrisas sinceras, y nos hace sentirnos atraídos hacia ellas. Esta gente no es que se haya hecho un curso para sonreír con esa técnica, sino que simplemente sonríen de verdad. Va por dentro. No sirven las sonrisas falsas, como la de Dexter.
Se trata de una sensación acogedora acogedoras. De esas que hacen especiales los días corrientes, alivian tensiones y te hacen sentir como en casa. Las personas que sonríen a menudo son capaces de transformar todo a su alrededor, mucho más de lo que somos conscientes. Si no, piensa ahora mismo a quiénes recuerdas a todo color de tu trabajo o la universidad. Los que más nos gustan son los más alegres.

También hay otras cualidades que son amigables, que ayudan a que tengamos ganas de pasar tiempo con una persona y que, del mismo modo, son innatas. Dale Carnegie, en su bestseller “Cómo hacer amigos e influir en las personas” explica, entre otras, dos formas fundamentales de caer bien: quejarse poco y reconocer el valor de los demás.
La simpatía y la empatía son dos cualidades que ayudan en la vida, porque atraen y acogen a la gente. Esto afecta a la hora de hacer amigos, de ligar y también en el trabajo para caer bien a los compañeros, conectar con el jefe o incluso conseguir clientes.
Nadie quiere estar con alguien que solo se queja, que continuamente pone pegas a todo y critica. Por supuesto que los amigos de verdad de vez en cuando necesitan desahogarse, pero si es una tónica general, empieza a ser un problema.
Todos queremos ser felices, así que tendemos a preferir a las personas positivas, que ven la parte maravillosa de nosotros y de cualquier situación. Parece simple y lógico, pero qué bien nos vendría recordarlo algún lunes por la mañana.