No, no es una broma. Existe un síndrome que se llama así y puede que lo tengas y entiendas que todo lo que te ha estado pasando tenía un sentido. Pero que no cunda el pánico: la cosa no es tan chunga como podría sonar y tiene solución. Según nos cuenta Alba Aguilar, psicóloga general sanitaria, no se trata de un síndrome como tal, sino que “sería más bien un rasgo de la personalidad” que se asocia a “personas altamente emocionales y sensibles a las conductas y comportamientos de los demás”.

Es posible que ahora te estés explicando por qué necesitas aislarte del mundo cada cierto tiempo aunque a veces es necesario para todos; o por qué te sientes mal ante tantas cosas. Por ejemplo, cuando ves el telediario o cuando un amigo te cuenta que está pasando por una mala racha. Hasta puede que te emociones cada vez que entras en un museo. De hecho, si padeces este trastorno, puede que llegues a sentirte como un bicho raro al ver que los demás no reaccionan de la misma forma que tú ante ciertas situaciones.
Pero, tranquilo, porque no todo es negativo: Alba Aguilar asegura que “ser altamente sensible no significa que estés condenado al sufrimiento”. Estas personas también gozan de ventajas y de aspectos positivos, como ser capaces de procesar la información de una manera “mucho más profunda y sutil”, dice Aguilar, por lo que probablemente gocen de mayor empatía, algo indispensable para mantener relaciones de calidad. “También son más reflexivas y analizan mejor algunas situaciones”, lo que además las convierte en “personas altamente intuitivas, aunque pueden verse abrumadas en ciertos momentos ante tanto nivel de estimulación”, comenta.
Aunque pueda resultar agotador poseer tanta sensibilidad emocional, lo cierto es que “es algo que puede enriquecerse de muchas maneras identificando bien tus emociones para luego gestionarlas, generando un buen ajuste acorde con las diferentes situaciones”, advierte la psicóloga. Si ganas destreza en el ejercicio de reconocer tus emociones, sabrás cómo controlarlas y ganarás en inteligencia emocional.

¿Qué es lo que que provoca este trastorno? La causa no está ligada exclusivamente al entorno en el que te has criado o en el que vives. Este rasgo de personalidad es el resultado de la interacción entre genética y ambiente. Alba Aguilar explica que “si tenemos una predisposición genética a ser personas altamente sensibles y a esto le añadimos un conjunto de situaciones ambientales que potencien esta predisposición, podemos desarrollar de manera significativa un rasgo de sensibilidad emocional personas esponja”. Al igual que, si poseemos otras características genéticas y nuestro contexto ambiental es otro, podríamos desarrollar otros rasgos, como “ansiosos, depresivos, obsesivos o psicóticos”, continúa.
A pesar de todos los aspectos positivos que puede tener ser una persona altamente sensible, puede que en ciertos momentos te sientas agotado ante tantos estímulos. Para evitarlo, Alba Aguilar aconseja que pongas y te pongas límites: “las relaciones de tu entorno pueden pasarte factura, por lo que puedes verte sumergido fácilmente con personas tóxicas”. Los límites te ayudarán principalmente a crear cierta independencia con lo que se encuentra a tu alrededor para evitar sentirte agobiado con tanta frecuencia. También te sentirás menos culpable cuando tengas que decir que no a alguien.

Al igual que la empatía puede ser una gran aliada en la gestión de tus relaciones con los demás, un exceso de ella puede convertirse en un defecto. Por eso, es fundamental que aprendas a controlar tus sentimientos y a distinguir entre las emociones de los demás y las tuyas propias. Para ello debes practicar el autocuidado, dedicándote tiempo a ti mismo. Parece una tontería pero en ocasiones se nos olvida reservar tiempo para nosotros mismos cuando nos supera el día a día. “Es importante que respetes tus tiempos y tus necesidades. Prioriza tu bienestar emocional”, aconseja Aguilar.
Y aprovecha el lado positivo. Quizás no lo hayas pensado, pero esa sensibilidad extra podría ser de gran utilidad para cultivar tu faceta creativa. Incluso podría abrirte un camino en el que ni siquiera habías reparado y consigas hacer, de eso que creías un defecto, todo un don.