Los seres humanos contemporáneos somos animales profundamente egocéntricos. Estamos tan perdidos en nosotros mismos que olvidamos lo pequeñitxs que somos en realidad. Esto nos resta la perspectiva necesaria para comprender que no somos tan importantes. Ni nuestras conquistas ni nuestros fracasos lo son. Sin embargo, esta perspectiva podría venirnos muy bien. Según cuenta Virginia Sturm, profesora de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de California, "dejamos de mirarnos el ombligo y fijamos la atención en los demás, algo que promueve la humildad, la generosidad y la bondad".
Una manera sencilla de experimentar nuestra pequeñez, y conseguir así reducir nuestro ego, es a través del sobrecogimiento, "una emoción que da respuesta a las cosas inmensas que no podemos entender", explica esta misma especialista. Y existen varios caminos hacia esta emoción. Uno de los más habituales y efectivos, como animales que somos tras tanta tecnología, es la inmensidad de la naturaleza. Estamos acostumbrados a movernos en espacios cerrados, calles transitadas y comercios atestados de personas. No es nuestro lugar natural. Los campos abiertos, los infinitos bosques y las amplias playas sí.
No es una mera suposición teórica. La propia investigadora Virginia Sturm lideró recientemente un estudio que analizaba el impacto en las personas de pasear por una inmensidad natural desconocida. En concreto le pidieron a un grupo de participantes que deambulara por un bosque y confrontaron sus sensaciones con las de un grupo de control. ¿Los resultados? Aquellos que pudieron sentir la inmensidad de la naturaleza reportaron una mayor sociabilidad y una mayor felicidad. Además, experimentaron sentimientos como la compasión, la admiración o la atención a los detalles. Se sentía mucho mejor.
Los autores titularon a esto el paseo del asombro. Esa sensación que todos hemos tenido alguna vez de un silencio interior profundo, una gran armonía y una paz mental increíble ante algo que parece claramente de mayor magnitud e importancia que nosotros mismos. En otras palabras: antes algo que reduce la potencia y la presencia de nuestros egos. Como apuntábamos antes, la inmensidad de la naturaleza es un camino muy habitual hacia este asombro. El cielo. El océano. La montaña. Pero hay otros caminos.
Como dice Sturm, "la naturaleza es un gran medio para experimentarlo, pero el arte, la religión o las acciones colectivas, como los conciertos, también son sitios en los que esto se logra". En definitiva, las cosas que nos aportan una sensación consciente o inconsciente de que somos parte de cosas más grandes y que la vida no comienza y termina en nosotros mismos. Además, agrega la experta, podemos conseguirlo en nuestro día a día. Solo necesitamos "aprovecharnos de nuestro sentido del asombro infantil y tratar de ver lo que nos rodea con ojos nuevos". Eso sí, durante al menos 15 minutos. Es lo que necesita nuestra mente para experimentar el sobrecogimiento en profundidad y beneficiarse.