Razonamiento motivado o por qué tergiversas la información durante las discusiones

Es el mismo fenómeno por el cual tanta gente abraza las conspiraciones más ridículas

Solo hay una cosa más disparatada que las teorías conspiranoicas rollo chemtrailes o cubos mágicos de la Antártida: que haya gente capaz de creerlas a pies juntillas. Lo piensas una y otra vez y te resulta imposible entenderlo. Demasiado absurdo. Demasiado contrario a la ciencia y al sentido común. Y sin embargo ahí están. Existen. Según lxs investigadorxs psicológicxs Marcos Dono y Eva Moreno-Bella, solo se necesitan dos palabras para explicar por qué todas esas personas aceptan lo inverosímil como cierto por encima de lo lógico: razonamiento motivado, el mismo fenómeno que se esconde tras tus minimapulaciones de la información durante las discusiones.

¿Pero motivado por qué? Motivado por tus ganas de tener razón. En palabras de estxs especialistas, “el principal motor psicológico de la desinformación y las teorías conspirativas no es otro que la defensa de nuestras creencias y la necesidad de tener razón a toda costa”. A tu cerebro le importa más reafirmarse que encontrar la verdad. Especialmente cuando la verdad contraria tus creencias personales y, sobre todo, colectivas. A ese racista que cree que los migrantes son focos de enfermedades le da igual lo que digan los datos porque necesita relatos que confirmen ese sentimiento tan profundo de aversión. Razonará, pero de manera perversa para lograrlo.

No se trata de mentir, la cosa va más allá

Por supuesto, eso es mucho más peligroso que cuando tú te montas una película durante una discusión con tu pareja. No obstante, el motor es exactamente el mismo. No es que mientas. No es que sacrifiques la verosimilitud de los hechos conscientemente. Es tan simple como que todo tu cerebro está trabajando con toda su energía para encajar la verdad dentro de tu marco de creencias. ¿Siempre has pensado que tu novix es una persona egoísta? Te vas a negar a aceptar una realidad que lo desmienta. Tu raciocinio se pondrá al servicio de aquel pensamiento y encontrará la manera de reinterpretar esa realidad. Esa es la triste verdad de la naturaleza humana.

Por eso resulta tan complicado convencer a alguien de que está equivocadx cuando están en juego sus valores más elementales. Porque eso difícilmente cambia. O al menos requiere un proceso muy largo de evolución para hacerlo. Nadie abandona el machismo en una conversación. Nadie desecha la idea de que su pareja es poco confiable en una charleta de sofá. En este sentido, sería interesante que la próxima vez que te enrosques en una pelea verbal sin cuartel te pares a reflexionar acerca de qué estás defendiendo en realidad. Verás que no es lo que pensabas sino algo mucho más arraigado en tu interior. Quizá ese sea el punto de partida de una transformación.