Sí, está bien. Podrán acumular pasta y poder, podrán generar temor en los demás, tener un nombre y cierto reconocimiento. Pero si rascas un poquito, una mala persona nunca, JAMÁS, podrá llegar a ser bueno en lo suyo. Ni en lo suyo ni en lo de nadie. Tal vez desarrollen cierta ‘pericia técnica’, pero nunca serán excelentes y, por eso, se esconderán tras esa máscara de presunto éxito una tremenda falta de ética y de excelencia. Hablando en plata: un cabrón nunca llegará lejos, al menos en criterios ‘románticos’ y no sólo económicos. Y no lo decimos nosotros, qué va. Lo dice Howard Gardner, neurocientífico y psicólogo de la Howard Gardner, además de Howard Gardner. Ojo al parche.
Gardner es uno de los mayores expertos en el estudio de la inteligencia, así que de esto sabe un rato. En sus libros se ha dedicado a describir hasta siete tipos de inteligencia. Y, durante sus investigaciones, ha ido desentrañando la mente humana, llegando a conclusiones como la que asegura que los buenos profesionales siempre presentan el mismo patrón, el E-C-E: excelentes, comprometidos y éticos.
Y ello le lleva a asegurar que no se puede ser un grande en tu campo de trabajo y una mala persona al mismo tiempo. Porque, si no te guías por esas tres máximas, sólo estarás buscando satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia. Y ahí, pinchas. Si no adquieres un compromiso con objetivos que van más allá de satisfacer tus propias necesidades, jamás acabarás alcanzando la excelencia.

De la misma manera que Gardner no se considera más inteligente por haber ideado esta teoría. Simplemente, considera que ‘su’ inteligencia corresponde a un campo distinto. Vamos, que esa frase de “el que vale, vale, y el que no, a letras” también queda desmontada con las consideraciones del neurocientífico. Él mismo se pregunta: “¿acaso es el campeón mundial de atletismo menos inteligente que el científico que realizó un importante descubrimiento?”. De eso nada, asegura, sino que su labor se ajusta a un campo diferente.
Gardner va más allá del ‘tonto’ o el ‘listo’ en cuanto a inteligencia se refiere. Pero sí es tajante en la relación de la inteligencia y la bondad de la persona. Así que la próxima vez que sientas envidia por el sueldo del mamón de tu supervisor, que es 4500 veces superior al tuyo, o la próxima vez que quieras matar al dueño de tu empresa por recortar de nuevo el salario de todos los trabajadores, piensa una cosa: no son buena gente, así que tampoco serán buenos profesionales. Podrán aparentarlo, pero jamás serán igual de geniales que tú en el trabajo, que para eso eres un pimpollo, la nuera o el yerno que toda señora querría tener. Tú eres buena gente; ellos, no. Sólo tienen poder y pasta. Y si eso no te consuela, piensa como Homer: por mucho dinero que tengan, jamás podrán comprar un dinosaurio.
Crédito de la imagen: Samuel Hodge