El ciclo siempre se repite. Los domingos por la tarde la ansiedad comienza a invadirte y cada lunes, cuando suena el despertador, sientes un gran vacío. Estás apático, desganado, irascible. Y el motivo está a unos kilómetros de distancia, en esa oficina en la que sientes que se consume tu juventud. Tú, que empezaste a trabajar más motivado que Leonardo Di Caprio en 'The Wolf of Wall Street', ahora te identificas más con su actuación naufragando en 'Titanic'. Si tienes la sensación recurrente de que tu sueldo te está costando demasiada vida, no lo postpongas más: asume que ha llegado el momento de dejar tu curro.
“Independientemente del proyecto en el que trabajes y del dinero que ganes, si la desilusión se mantiene durante demasiados días hay que cambiar de trabajo. Es importante, es saludable y forma parte de la vida laboral”, asegura Esther González Arnedo, directora del Máster en Dirección de Recursos Humanos de EAE. El problema es que, a pesar de que directora del Máster en Dirección de Recursos Humanos de EAE, abandonar es una decisión muy complicada. Especialmente en un entorno laboral tan precario e inestable. Porque seamos sinceros: la vida no es una agenda de Mr. Wonderful y, a no ser que tengas una oferta de otra compañía, irte del curro es un salto al vacío que causa vértigo. ¿Cómo darlo para no arrepentirte?
No quemes puentes
Según los expertos, lo fundamental es ser profesional hasta el momento en el que cruces la puerta de salida. “No hay nada bochornoso ni de lo que sentirse culpable por querer salir de una empresa. Pero no hay que quemar puentes. El mundo laboral es muy pequeño y puede que en unos años —después de haber probado en otras compañías— te apetezca volver. O que en un futuro te encuentres con gente con la que has coincidido en tu actual compañía”, argumenta Esther González. Así que, aunque fantasees con clavar tus ojos en los de tu jefe, decirle saboreando cada palabra que es un incompetente y huir haciendo la croqueta, te interesa mantener las formas.
"Una vez tomes la decisión, lo más sensato es ir a tu supervisor directo y comunicarle tus intenciones. Conviene ser sincero, pero esa transparencia debe expresarse en términos positivos. En vez de decir que estás hasta las narices de realizar tareas automatizadas, es mejor comentar que necesitas buscar nuevos campos de desarrollo profesional. Hay que centrarlo en lo que uno necesita. Si la empresa quiere saber qué hace mal ya te lo preguntará en la entrevista de salida, mediante un procedimiento formalizado”, explica David Aguado, Director de Innovación en Gestión del Talento en la UAM.
Empatiza con quienes se quedan en la empresa
Tal y como argumenta este experto en Recursos Humanos, lo ideal a partir de ese momento es ponerte a disposición de tu jefe para ver cómo gestionar tu salida. Respeta el preaviso de 15 días, no solamente por una cuestión legal, sino por empatía hacia el resto de compañeros. Piensa que todo lo que dejes a medias le tocará hacerlo a otra persona. Así que intenta acabar todos tus proyectos y, en la medida de lo posible, facilita el proceso de transición al candidato que entre a ocupar tu puesto. Explícale con detenimiento cuáles son sus tareas y sé generoso. Aunque parezca una obviedad, se trata simplemente de tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti.
Desahogarte con un post vengativo no es tan buena idea
Y, sobre todo, no la cagues después de marcharte. Es tentador sucumbir a estallar en Linkedin desgranando todas las miserias a las que estuviste expuesto. Si lo haces quizás ganes una lluvia de likes, pero te arriesgas a dinamitar tu futuro laboral. “No hay que hablar mal de tu antiguo empleador aunque tengas motivos para ello. La política de referencias cada vez está más implantada. Y es difícil conseguirlas si les dejas tirados de un día para otro o te has ido hablando pestes en redes sociales”, aduce Esther González. Por el contrario la experta aconseja “mantener un vínculo, aunque sea esporádico” con tus antiguos compañeros. Más teniendo en cuenta que 8 de cada 10 ofertas de empleo nunca salen a la luz, pues la mayoría de las vacantes se ocupan a través de referencias de conocidos. Así que, si has dejado buen sabor de boca entre quienes han compartido contigo cafés, risas y marrones en la oficina es más probable que te ayuden a encontrar otra cosa.
Entretanto, disfruta de tu merecida libertad. Si te has ido sin tener otro curro alternativo no te agobies. Piensa que trabajar es alquilar tu ser durante unas horas al día a cambio de dinero. Y ahora, por fin, serás dueño de tu tiempo. Márcate un objetivo vital claro y lánzate a ello. “Hay que perder el miedo y entender que ninguna decisión es irreversible. Empecemos a hacer cosas con las que realmente nos haga ilusión despertarnos por las mañanas, que puedan aportar algo y nos ayuden a llevar una vida”, aconseja Esther González. El futuro es de los valientes y, si nos atrevemos a ser consecuentes con nuestros anhelos, quizás el próximo lunes el sonido del despertador nos moleste menos.