Es uno de los mantras más repetidos de la literatura motivacional: los fracasos son oportunidades para crecer como personas. Hermoso. Sin embargo, y como apuntan desde la BBC, la capacidad de los seres humanos para poner en práctica este consejo es más limitada de lo que quieren hacerte creer. “Una gran cantidad de investigaciones psicológicas han demostrado que la mayoría de las personas tienen dificultades para manejar el fracaso”. Y no importa las veces que unx ensayista mundialmente reconocida te diga que están bien. No los sientes así.
Cómo tu cerebro lidia con el fracaso
De hecho, la ciencia tiene bien localizados los dos mecanismos a través de los cuales lidias con el fracaso. Y no es la sana aceptación que te lleva a la excelencia, como dicen los gurús. Son el efecto uva agria y efecto avestruz. El primero consiste en una devaluación de la tarea en la que fallas. Te propusiste sacar sobresaliente en una asignatura de la uni y no lo conseguiste, así que la parte inconsciente de tu cerebro, obsesionada con protegerte, comienza a mandarte mensajes del tipo “no es una asignatura muy importante” o “la nota no importa tanto”.
El segundo, más popular, consiste en “desviar tu atención de la situación perturbadora para no tener que procesarla”. Un ejemplo: no has conseguido que te contraten después de las prácticas pero a dos de tus colegas sí. ¿Te quedas a escucharles hablar de ello para aprender o te duele tanto que intentas cambiar el tema de la conversación o incluso irte de ahí? Probablemente tomarías una de estas dos opciones finales. Te pondrías en modo avestruz. Y por supuesto te perderías mucho conocimiento importante que podría ayudarte en el futuro.
Aprender cambiando la perspectiva
Entonces, ¿es imposible aprender de los fracasos? ¿El sentido de autoprotección de tu cerebro gana? No necesariamente. Según cuentan desde el medio británico, basándose en las investigaciones de Fishback y Eskreis-Winkler, tienes dos estrategias a tu disposición para vencer esas limitaciones. La primera de ellas es el autodistanciamiento, “en el que adoptas una perspectiva en tercera persona: en lugar de preguntarte por qué fracasaste pasas a preguntar por qué fracasó X”. Eso contribuye a que tu cerebro relaje sus defensas naturales.
Y la segunda, reconocida por los investigadorxs como la estrategia más sabia para aprender de los errores, consiste en “ofrecer consejo a otras personas que puedan estar en la misma situación que tú”. El mecanismo por el cual funciona tan bien es retorcido: la satisfacción de ayudar a otros seres humanos hincha tu ego personal, lo que lo protege del dolor de enfrentarte a tus propios fracasos. Es como si ser útil socialmente fuese un escudo. Además, la amabilidad con la que afrontas el fracaso ajeno se extenderá a ti y reducirás la ferocidad con la que sueles juzgarte.