No Eres Tú, Ni Yo. Es La Primavera

La primavera, esa época del año en la que la vida se reinicia, y todo parece una nueva oportunidad naciente, trae recuerdos de infancia y de adolescencia

Ahora que los días empiezan a alargarse, ahora que el sol se asoma tímido tras su escondite invernal, ahora que nos acompaña ese manto de nubes plomizas que tanto cambia el ambiente.  Será que conservamos más recuerdos de esta época del año, tal vez porque es más brillante, está llena de colores, de nuevos brotes, y de promesas de un verano a la vuelta de la esquina.

Es ahora, primavera, cuando recuerdo como me subía a mi enorme patinete y me lanzaba como un kamikaze por la larga cuesta, o  pedaleaba sin limites en mi bicicleta, y en cualquier caso, acababa siempre pelándome las rodillas. El algodón con agua oxigenada, ¡cómo picaba! Las cosquillas que hacía la Mercromina, y la tirita final, si tenías suerte, de colores. A trotar por el parque, y comer bocadillos de mortadela, bocadillos de Nocilla, aquella era la época en la que nos hubiera dado igual comérnoslo todo junto. A recoger Chiribitas y hacernos un escuálido collar con ellas. A mancharnos todos los pantalones de verdín. A mancharnos continuamente y no enterarnos.

A esperar impacientes que llegase la hora de irse al pueblo por las vacaciones de Semana Santa. A escuchar casetes viejos de nuestros padres donde cantaban toda una fila de cantautores de la época, y a cruzar los dedos para que nos dejasen poner un ratito nuestra cinta de Bom Bom Chip. A marearnos y tener que parar en cualquier curva, porque no podíamos aguantarnos. A dormirnos cuando viajábamos de noche, y que nuestros padres nos cogieran en brazos y nos llevasen directos a la cama. Eso sí que molaba.

La hierba alta que a veces picaba, las mariquitas que dejaban un sospechoso cerco amarillento en la mano. Atrapar grillos y perseguir mariposas. La crema de sol con la que nos reuntaban porque en esos primeros días de la primavera estábamos aún demasiado blancurrios. Las cenas de huevos fritos y chorizo de Pamplona. Los columpios, el ¡cuento, campo-libre, pista-libre! Los primeros polos del año que rechupeteábamos ansiosos, el MicoLápiz y el Frigopie.

El aire, limpio, fresco, que nos llenaba los pulmones entre carrera y carrera. Lamentar la caída del sol, los atardeceres claros que nos indicaban que el juego se había acabado. Ver la luna asomándose primero, y creciendo después. "No, no tengo frío", le respondíamos a nuestra madre cuando intentaba que nos pusiéramos una chaquetilla.

Probablemente en aquella época nos gustó el primer niño o niña, o tal vez era el cuarto o el octavo, no teníamos grandes filtros. Pero la verdad es que aún nos pasa. Es como una llamada de la naturaleza, que como dice el refrán: "la sangre altera". Es el comienzo de una nueva vida que nace, llena de oportunidades, de salidas, de cerveza fría, de días largos y noches intensas. Queremos enamorarnos, pensamos en alguien, y no nos damos cuenta de que en primavera, en realidad, nos enamoramos de la vida.

Pues eso, ¡qué viva la primavera!

Crédito de la imagen: Victor Kipling     Música: Victor Kipling

Locución: Israel Navarrete y Israel Navarrete