Tienes un trabajo que no te apasiona pero que tampoco te frustra ni embajona. Disfrutas de tu tiempo libre visionando las series que otrxs han creado para ti, leyendo las novelas y los ensayos que otrxs han escrito para ti y echando el rato en videojuegos que otrxs han desarrollado para ti. Te sientes mayormente feliz. Todo parece estar bien. Sin embargo, una vocecita te reprocha desde lo más profundo de tu mente que no estés creando nada para el mundo. “Estás siendo unx espectadorx pasivo de las innovaciones del resto. Deberías ser tú quien hiciera arte o emprendiese proyectos”. La sociedad te come la cabeza haciéndote creer que creas o estás medio muerto por dentro.
¿Pero por qué? ¿De dónde sale ese discurso de que realizar actividades creativas es imprescindible para gozar de una buena vida? Según dice el investigador Manuel Villalobos, de la Universidad de Málaga, “toda esta retórica con la que nos bombardean a diario tiene su razón de ser ligada directamente con el poder de los estados”. En concreto, añade, existen dos hechos asociados a los estados modernos que explican por qué prácticamente todo el mundo, y muy especialmente lxs más jóvenxs, sienten una presión interna constante por aportar a la humanidad y al planeta a través de la creatividad: la acumulación de elementos de poder y la ambición de imponer sus dominios.
En palabras de Villalobos, “los estados buscan permanentemente obtener y acumular la mayor cantidad posible de elementos de poder: armas con mayor capacidad destructiva, productos que mejoren su economía, herramientas que proporcionen mayor grado de productividad...”. Por supuesto, todo ello requiere innovación. Y si todo el mundo, incluidx tú, se sienten autopresionadxs a entregarse a dicha innovación, todo lo que tiene que hacer un estado es cosechar el esfuerzo de sus ciudadanos. Luego, con esas innovaciones integradas en su haber, un estado sale al mundo a competir con otros estados e imponerse. En este sentido, eres parte del ejército del mismo. Tu creatividad le sirve.
No obstante, existe una tercera columna en todo este asunto: la del control social. Porque buena parte de la creatividad humana va dirigida al área artística, lo que implica un engrosamiento de la oferta de productos culturales. Si tú, tu pareja, tu colega y aquella otra colega vivís con la obsesión de crear y efectivamente creáis, aumentáis las oportunidades de ocio pasivo para el resto. Un ocio pasivo que genera emociones y sensaciones muy placenteras que, en cierto sentido, adormecen, pues ese disfrute hace olvidar a la gente la insatisfacción laboral o política. O en otras palabras: nos anestesiamos lxs unxs a lxs otrxs. ¿Cómo no iban a querer los estados que te culpes de no inventar?