Estás ante una historia de motivación, solidaridad y buen rollo. Humor en situaciones adversas. Humor para sobrellevar los vaivenes de la vida: “Es muy chulo descubrir la parte útil de cada uno de nosotros. La inútil ya la conocemos, así que hay que gestionar las emociones y ayudar. Te sientes bien haciendo algo por los demás”, nos cuenta Carles Castillo.
El actor valenciano, maestro de muchos cómicos españoles y referente de la improvisación teatral, es el director de Improasistencia. Junto a él, su hermana Amparo y un equipo de actores profesionales –“¡muchos jóvenes!”, recalcan- con ganas de contagiar el buen humor, incluso, en las peores circunstancias. “A veces, en situaciones límite suceden cosas divertidas, de esas que dices 'no me lo puedo creer', nos estamos riendo aquí, entre camillas, porque he tropezado con un gotero o por un chiste espontáneo”. Con naturalidad y cercanía.

Sí, entran en la habitación del hospital. Acompañan al enfermo en esos momentos en los que asoman los nubarrones más oscuros. Quizá cuando más necesitamos que nos escuchen. Cuando una sonrisa a tiempo resulta un analgésico infalible. Porque el objetivo “es el bienestar emocional de los pacientes”, apuntan estos tipos impagables. Impagables, también, porque lo hacen voluntariamente, con la satisfacción de regalar afecto, humor y empatía.

Pero esto de qué va
¿Te imaginas estar ingresado y que aparezca gente para escucharte, charlar y arrancarte una sonrisa? “La primera vez que vamos a conocer a un paciente nuevo, nos reunimos con los supervisores para informarnos de lo que tiene. Así calibramos la situación”, comenta Carles Castillo. Entran una o dos personas en la habitación y saludan al enfermo. "Enseguida, se levanta la familia y decimos: ‘Tranquilos, somos actores que venimos a saber cómo estás, qué haces', y les cambia el gesto”. Entonces, como si descorchásemos una botella, todo fluye.
La familia se implica y “se crea una comunión muy bonita entre todos”. En ocasiones, el paciente empieza a hablar y la familia le interrumpe: “¡No pasa nada, te vas a poner bien!”. ¡Y sí que pasa! Desde Improasistencia logran que los pacientes se expresen, se desahoguen, que surja el estado de ánimo positivo, incluso allí, entre esas paredes blancas y un ambiente cargado de altibajos emocionales.

Llevan una década mostrando en los hospitales su “teatro con corazón”, si bien todo arranca hace más de quince años. “Siempre colaboraba sobre todo con niños y pensé en hacerlo con adultos. Ya hay otras grandes iniciativas con niños. Nosotros abordamos el área de oncología, cardiología, enfermedades infeccionas y enfermos mentales graves”, expone Carles Castillo. Y así, aprovechando algunas giras teatrales, han estado por Méjico, Colombia o Guatemala. Ya en España, han colaborado en Madrid y en Valencia. Esta última ciudad es su gran núcleo de actuación y el lugar donde atienden a Código Nuevo. Es una tarde otoñal y están celebrando su aniversario: diez años de solidaridad y humor en los que han contado con el apoyo de una década como José Mota, Wyoming, Tricicle, José Sacristán, Serrat, Gomaespuma, Yllana o Ana Morgade.
El camino de la tortilla
“Hay muchas historias. Algunos nos dicen en la habitación: ‘¿Y esto cuánto cuesta? ¿Qué te tengo que dar?’… Y yo contesto: ‘¡Cuando te recuperes tomamos una paella en tu pueblo o un kilo de longanizas o una garrafa de vino!’. Y nos la tomamos. Risas La verdad es que, al principio, no se creen que vayamos a verlos porque sí”.

Ante esta simpática franqueza, los pacientes reaccionan “en el peor de los casos, muy bien”. Cuando ven de qué va lo de Improasistencia, se liberan. Por fin llega alguien que se va a interesar por sus cosas personales, no solo por la enfermedad. “Cuando a alguien le haces sentir bien, hay que valorarlo. Y cuando alguien te hace sentir bien, lo recuerdas para siempre”.
Consejo final: ama la vida
“Creo que la única forma de entender la muerte es amar la vida. La vida es un tránsito hasta la muerte, que ya llegará”, reflexiona Carles Castillo. “No tengo ninguna prisa y espero que me llegue algún día con la misma dignidad con la que tratamos de ayudar al paciente a hacer las maletas”. Y concluye con lo que debería ser un mantra universal: “No esperemos a la situación límite para cambiar la actitud. Al igual que hemos aprendido a usar el móvil o el ordenador, también hay una parte emocional que hay que ir cambiando y aprendiendo: el sentido de la solidaridad. Intentar ayudar a los demás, estar bien contigo mismo para crear un ámbito bueno de energía en tu entorno”. Energía como la que irradia el equipo de Improasistencia y como la que deberíamos potenciar todos. Desde hoy mismo. Ama la vida.
