Mentimos mucho más de lo que querríamos admitir. En ocasiones, son pequeñas matizaciones de la verdad, realidades adornadas que nos resultan mucho más productivas que las verdades desnudas. Otras veces, son mentiras bien gordas que podrían hacernos ganar unos cuantos Emmys. Algunxs lo hacen menos. Y otrxs se dedican a ello compulsivamente. Por esto los seres humanos contamos con herramientas cognitivas que nos permiten detectar a las personas mentirosas. Por suerte para estas últimas, los perros no disponen de las capacidades necesarias para hacerlo y nunca estarán solas del todo. ¿O estamos equivocadxs en esto?
Varios investigadores de la Universidad de Viena se hicieron esta misma pregunta: ¿es posible que los canes que nos reciben con frenéticos movimientos de colita al llegar a casa. y que tantas veces nos han escuchado decir estupideces, puedan saber que estamos mintiendo? Para descubrirlo, y según cuenta el el portal web Phys.org, especializado en noticias científicas, los autores de la investigación expusieron a varios perros a un experimento con tazones y golosinas. En concreto, una persona ponía una golosina en un tazón y otra la trasladaba al tazón siguiente. Posteriormente se les recomendaba escoger el tazón vacío.
Y, a pesar de que dichos perros habían sido entrenados para seguir las recomendaciones de la persona que les aconsejaba elegir un tazón, eran capaces de distinguir cuándo les estaban diciendo la verdad acerca de la golosina y cuándo no. En otras palabras: los perros tienen la suficiente inteligencia como para confiar más y más frecuentemente en su propio juicio que en los consejos equivocados de un humano. Pese a que solemos considerarlos como obedientes devotos, tienen mayor autosuficiencia de la que pensamos. Además, poseen criterio sobre cuándo una persona puede o no puede conocer la verdad.
¿Cómo? Pues que, cuando el humano en el que confiaban había estado fuera de la habitación cuando la otra persona había introducido la golosina en uno de los tazones, no confiaban en él. Eran muy conscientes de la realidad: su humano de confianza no tenía manera de saber en qué tazón estaba. No lo había visto con sus propios ojos. Por supuesto, esto no implica que nuestros perros sepan que estamos mintiendo cuando nos oyen decir que iremos de paseo y en realidad vamos camino del veterinario. O cuando nos escuchan decir la típica frase de que no volveremos a beber nunca más. Hasta ahí no llegan.
Pero sí que supone cierta revolución en el campo de la comprensión de los perros, cuya inteligencia no suele estar muy bien considerada. Lo curioso es que, como agregan desde Phys.org, "los mismos experimentos se han realizado anteriormente con humanos menores de cinco años, macacos y chimpancés" y todos estos "eran mucho más propensos que los perros a seguir el consejo del mentiroso obvio sobre lo que sabían que era cierto". Puede que tu perro no capte ni una décima parte de las mentiras con la que lo manipulas, pero es probable que alguna que otra sí. Pero tranquilx: seguirá queriéndote incondicionalmente.