"Oye, podrías ponerte un poco de maquillaje que pareces un fantasma", "uuf, yo no sería capaz de estar con alguien como tu novia", "dice Fulanita que en realidad le da mucho palo quedar contigo, que no paras de hablar"... ¿Qué tal, suena familiar, duele? Son las típicas críticas de toda la vida. A la cara o a la espalda que, si no hacemos nada por evitarlo, se nos clavan como puñales, y ahí se quedan. Pero ahí también está la clave, que podemos evitarlo, porque las opiniones de los demás son sus propios lastres y no debemos hacerlos nuestros.
Cuanto más insegura es una persona, más mirará fuera de sí misma en busca del reconocimiento y la aprobación que probablemente no ha tenido en su vida, o más bien en su infancia que, como todos sabemos y, aunque a muchos les pese, es donde se forman la mayoría de los nudos que nos toca desatar de adultos. Si de pequeños nos rechazan nuestro padre nos dice que el dibujo que hemos hecho está sin más, nuestra madre no viene al baile de fin de curso o cosas muchísimo más graves como abandonos, abusos, etc..., de mayores sabremos reconocer el rechazo a la legua e, incluso, de manera inconsciente iremos buscándolo. Además no será necesario ni que nos hablen, encontraremos rechazo en miradas, en gestos y en tonos de voz: "no es lo que me ha dicho, sino cómo me lo ha dicho, y ¿has visto cómo me miraba?", le diremos a un amigo que probablemente no haya percibido nada de lo que le estamos contando.
Nos vamos intentando moldear y adaptar en función de lo que los demás esperan o piensan de nosotros. Pero se nos olvida que su opinión dice más de ellos mismos que de nosotros. Es como cuando entramos en estas atracciones de feria en las que hay muchos espejos que distorsionan nuestra imagen en función de su propia forma. Si creemos que lo que vemos ahí es más real que lo que sentimos nosotros por dentro, acabaremos mareados, confundidos y muy muy alejados de nosotros mismos.
Además, suele coincidir que las personas que viven muy pendientes de las críticas y los juicios ajenos, también tienen tendencia a criticar y juzgar a los demás porque su cerebro estará entrenado para mostrarles la realidad negativa. Esa será su zona de confort y que les digan un cumplido o decirlo ellos mismos les sonará extraterrestre. Tenderán a maximizar y desplegar emociones muy intensas ante situaciones 'negativas' e infravalorar y quitar importancia a las situaciones que podrían hacerles sentir bien o sentirse reconocidos. También se compararán con los demás, cosa que algunas veces les dará buen resultado, pero la mayoría encontrarán a alguien que sea más guapo/a, más inteligente o con más dinero que él o ella.
Lo peor de todo es que estas actividades —juzgar, criticar, compararnos, ponernos a la merced de opiniones ajenas— nos harán perder una cantidad ingente de tiempo y energía que podríamos estar invirtiendo en conocernos, entendernos y sacarles el máximo partido a nuestras virtudes. Así que el primer paso para salir de esta espiral de negatividad es ser conscientes de ello —y el hecho de que hayamos leído un artículo como este hasta casi el final es un buen comienzo—. Debemos observarnos, ver cuándo y por qué resbalamos por ese tobogán de las inseguridades y, sobre todo, no flagelarnos. No vayamos a juzgarnos ahora por darnos cuenta de que estamos juzgando.
Tenemos que empezar a mirarnos al espejo con ternura, encontrar el origen de nuestras carencias e ir rellenándolas todas con amor propio. A partir de ahí nos daremos que, como dice Borja Vilaseca, "nada habrá cambiado pero todo habrá cambiado porque nosotros habremos cambiado". Ya, no solo no nos dolerán las críticas, sino que aprenderemos a sacar lo mejor de ellas. No nos las tomaremos como algo personal, como un atentado contra nuestra valía o nuestra esencia sino que, quitándoles la carga emocional, las podremos usar para crecer, o simplemente dejarlas salir por donde han entrado.
La diferencia en tu vida antes y después será abismal. Cuando te deje de importar lo que piensan de ti te sentirás liberado como cuando te quitas de encima una pesada mochila o llegas a casa y tiras lejos unos incómodos zapatos. Podrás por fin ser auténtico y probablemente, cuanto menos te importe si gustas, más gustarás porque la unicidad es algo que llega a la gente. Solo cabe mirar a personajes como la guionista, directora y protagonista de la serie Girlsla serie Girls Lena Dunham, que no intenta encajar en ningún molde y se muestra en la ficción y en la realidad con sus virtudes y sus flaquezas. Nuestro objetivo debe ser sacar la mejor versión de nosotros mismos y los demás que piensen lo que quieran.