Tengo 33 años, estoy calvo, me da una pereza extrema salir de fiesta más allá de las increíbles dos de la mañana y me he vuelto incapaz de beberme algo más de las tres cervezas de siempre, sin embargo, me doy cuenta de que tengo más probabilidades de ligar que cualquiera de mis compañeros de calvo veinteañeros. Y, antes de que os penséis que soy un flipado que puede ser que lo sea, os explicaré el motivo de tal razonamiento: me molo a mí mismo. Sí, a lo Julio Iglesias a sus 70 y pico años y, sobre todo, me molo con el orgullo de un buen ‘viejoven’.
Pero, prosigamos con la lógica del razonamiento. Hablando con un compi del curro una mañana, va y me suelta: “eso lo dices tú pero el problema es que soy feo”. Automáticamente me vino a la cabeza que NO tío, lo que pasa es que todavía no te has aceptado. Sí, hijo sí. Llegará un momento en tu vida allá a los 29 aunque depende de tu deterioro físico en el que entenderás que ya has llegado a tu plenitud física como ser humano y que a partir de ese momento solamente podrás aspirar a mantenerte lo mejor posible o, si es posible, hacer como el vino y mejorar desde dentro.
Es entonces cuando te liberas de todas esas inseguridades de la postadolescencia y comienzas a hacer lo que te sale de los testículos. Te darás cuenta de que lo que realmente les mola a las demás personas tías y tíos es que te sientas de puta madre contigo mismo. Que tengas confianza, que tengas tu rollito propio y que tus poros chorreen seguridad y aplomo por donde pases. Y para eso NO hace falta ser guapo. Basta con tener las cosas claras y no ir por la vida mendigando algo de atención de la gente.
Asúmelo, los feos son más y cuando vayas cumpliendo añitos te darás cuenta de que de la misma manera que otras personas te verán como algo más que un cuerpo, tú mismo verás que hay muchas cosas que te pueden excitar más allá de unos glúteos exuberantes. Una buena sonrisa, una buena conversación, la capacidad de hacer sentir cómod@ a la otra persona o simplemente tener estilo y personalidad. Todo esto son atributos que puntúan al alza a partir de la treintena. Pero, ¿y si todo esto ya contaba cuando tenía 20 años pero no me di ni cuenta? Pues casi que sí.
Hablando de nuevo con colega que se autodenominaba como ‘feo’ comencé a pensar que su condena al onanismo eterno y a los findes con el PornHub ocupando todas las ventanas de incógnito del Mac se deben únicamente a su actitud. Todo el mundo sin excepción ha tenido al amíguete tirando a cardo borriquero que a base de palique y chulería acababa triunfando más que cualquiera. Pues imagínate ese mismo tipo cuando llegue a los 30 y cambien las reglas del juego, te llevará más de 10 años de ventaja.
Así que dejando que el peso de la puta estética de los gimnasios, el Instagram y la madre que los parió a todos arruinen tu autoestima, no solamente estarás condenando tu presente, sino tu futuro. Ahora que todavía tienes pelo y amor propio por tu físico, deberías ir desarrollando esas aptitudes que no solamente te prepararán para ser un viejoven de los más enrollao, sino que te convertirán en un imán de personas y de experiencias que te estás perdiendo con tanta inseguridad.