"Añorar el pasado es correr tras el viento", dicta un proverbio ruso. Del pasado solo recordamos ciertos momentos: los que queremos recordar y que modificamos tal como queremos guardarlos.
Fiestas, viajes de ensueño, llamadas interminables, el primer beso, el primer amor, etc. Solemos caer en la tentación de recrearnos en el pasado, de idealizar momentos que en su día ni eran tan buenos ni valorábamos como ahora. Está de moda lo retro, el "todo vuelve", y nos unimos sin pensarlo a este movimiento material y espiritual.
Nos emocionamos con momentos de relaciones de unos días que extrapolamos a toda una época. Tendemos a recordar el pasado con algún bello detalle, sin hacer caso al resto de horas y días en los que nos sentíamos mal, que teníamos miedo y preocupaciones; días en los que, en definitiva, soñábamos superar y que llegara el momento en el que estás leyendo estas líneas.
De pequeño queríamos tener la edad que tienes ahora, y sin embargo, ahora anhelas la felicidad que desprendías de pequeño. No hay una época mejor que otra, o al menos eso quiero pensar; si tienes buenos recuerdos, alégrate de ello y procura que tu yo de dentro de unos años te recuerde del mismo modo que tú lo haces ahora.
Idealizamos sin contextualizar, obviamos pequeños grandes detalles que ensuciaron un poco ese día. Fotos en Instagram desprendiendo felicidad, ¡venga ya! Sabes de sobra que también había preocupaciones, que no estabas peor que ahora... en ese momento no sabías lo que llegaría, ahora sabes que no había por qué preocuparse, sino ocuparse de uno mismo.
El pasado, con el tiempo, perdona errores, olvida miedos y exagera sentimientos. Momentos que creías que nunca acabarían, ahora te ríes de ellos; personas que algún día juraste jamás volver a ver están rondando cerca de ti de nuevo; traiciones que no podías perdonar resultan ser en la actualidad pequeñas gamberradas provocadas por la inmadurez.
Nos gusta recordar el pasado como algo bueno, engañarnos y pensar que fue mejor, que hacíamos las cosas bien, que ese problema no era tanto "comparado con los que tengo ahora", que volverías a esos días y los disfrutarías aún más.
Ningún tiempo pasado fue mejor; porque aquí, lo mejor de todo es que el protagonista eras, y sigues siendo, tú mismo. Si crees que momentos pasados eran buenos, recuerda que sigues aquí como máquina incansable de crear buenos recuerdos, que si un día los ordenaras por fecha, resulta que el de ayer es mejor que el de hace dos días, y así, sucesivamente.
¿Qué nos quedaría si a esta edad afirmamos que el tiempo pasado fue mejor? ¿Para qué seguir intentando ser felices? Celebro que podamos pensar que el pasado fue bueno, pero en ningún caso nos podemos dejar llevar con la afirmación que fue mejor que ahora, como si ya estuviera todo el pescado vendido, como si ya no pintáramos nada. Pues mire, yo prefiero pintarlo todo de color verde, y si me quedo sin tinta, le añadiré un toque de azul.
No pretendo olvidarme del pasado, simplemente ni lo idealizo ni lo modifico. El pasado fue lo que me ha hecho llegar hasta aquí, con sus cosas buenas y no tan buenas. Las primeras me motivan a crear incesantemente las mismas, o incluso mejores sensaciones. De las últimas me acuerdo más, para que no vuelvan a ocurrir. Tener buenos recuerdos, sí, recrearte en ellos, no."Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá" Harold MacMillan.
Recuerdo el pasado, claro, y me enorgullezco de ello. Pero procuro no idealizarlo, lo único que puedo hacer es crear mejores momentos de los que ya llevo en mi memoria. Saber qué ha fallado, entender qué era lo que me gustaba, repetirlo, mejorarlo, disfrutarlo y amarme a mí mismo. Carpe diem, llámalo como quieras, yo prefiero llamarlo vivir.
Por eso hoy digo: pasado, fuiste una pasada y no paso de ti, simplemente paso a fijarme en mi regalo: el presente; lo pasado, lo que pasa y lo que haré que pase.
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