Qué difícil es algunas veces sonreír, o tener la fuerza suficiente para levantarse por la mañana. Hay días en que hasta los sueños más emocionantes se nos empapan de miedos. Nadie es optimista las 24 horas del día, ni existe ningún amargado que no disfrute de vez en cuando.
La pregunta que tendríamos que hacernos es si la mayoría de días nos despertamos felices, o en realidad la alegría es una excepción en nuestra tónica general. No todo el mundo nace con un smiley debajo del brazo.
Nuestra genética y nuestra educación son como un lastre que arrastramos y que nos puede afectar a ver la vida de manera negativa. Por ejemplo, si cuando éramos niños siempre nos alertaban de los peligros, seguramente habremos desarrollado una increíble habilidad para tener miedo y ver posibles tragedias en cualquier situación.

Si por defecto tendemos a pensar en positivo sobre los demás y sobre las cosas que nos pasan, es que somos optimistas. Por suerte, no somos víctimas de nuestra genética, ni del pasado. Podemos elegir cada día, aunque tengamos que luchar contra unos hábitos muy arraigados en nosotros. El optimismo se puede aprender.
Todos arrastramos una mochila de problemas, recuerdos tristes o diversos traumas infantiles que no hemos superado. A veces pretendemos que la vida sea perfecta para sonreír, y nos olvidamos de que en realidad sonreír te hace ver la vida más bonita. Estar contento no suele ser consecuencia de que todo vaya bien. El optimismo es una decisión personal, que a menudo acaba ayudando a que las cosas salgan un poco mejor.
Martin Seligman explica en su libro Aprenda optimismo algunas claves para ser más positivos.
Cambia tus creencias
Lo que nos hace sentir mal no son los problemas, sino nuestras creencias sobre ellos. Por ejemplo, si fracasamos en un trabajo, podemos analizar los fallos para aprender, o bien pensar que falla algo en nosotros y que nunca lo lograremos.

Sé objetivo
Muchas personas creen que son realistas cuando son pesimistas, pero en realidad las personas optimistas son muy objetivas, porque son conscientes de lo positivo y lo negativo, pero deciden enfocarse en poner soluciones en vez de lamentarse o buscar culpables.
Practica la resiliencia
Si tienes una discusión con tu pareja y tardas demasiado en recuperarte, o sientes que te hundes siempre durante más tiempo del que te gustaría, necesitas practicar la resiliencia, que es la capacidad de superar los acontecimientos traumáticos. Cuanto antes te levantes de las caídas y seas capaz de aprender de ellas, más optimista podrás ser.
Prepárate para lo peor

Porque nos pongamos el cinturón de seguridad no significa que pensemos que vamos a tener un accidente. Nos lo ponemos porque sabemos que nos protege, pero disfrutamos del viaje de todas formas. Lo mismo pasa en la vida: hace falta mejorar cada vez más nuestros recursos para poder afrontar cualquier situación con fuerza, pero esto no significa dejar de disfrutar del camino ni de tomarse las dificultades con humor y alegría.
Crédito de la Imagen: Enzo Iriarte