Muchas personas sienten que la meditación les ha salvado la vida. Y tiene sentido: el mundo moderno les bombardea con estímulos permanentes que provocan tanto un estrés brutal como una pérdida de conexión con sus propias emociones. En ese sentido, la meditación es un puente hacia uno mismo. Hacia la armonía y quietud desde la que ver las cosas de una manera más saludable. Contagiados por estas personas, bastantes otras están abrazando también la meditación. Pero nos estamos chocando contra una realidad que nadie habría imaginado nunca: la meditación también puede empeorar tu vida.
Y no, no son unos cuantos casos aislados. Según una investigación del año 2019, de la que se hace eco la BBC en esta publicación, "el 25% de los meditadores habituales han experimentado eventos adversos" en las sesiones y después de las sesiones. Entre ellos ataques de pánico y depresión, así como una inquietante sensación de disociación. El motivo es que los mismos mecanismos que proporcionan beneficios al cerebro representan un arma de doble filo cuando son activados muy frecuentemente o con mucha intensidad. Todo depende además de la naturaleza de cada persona. No existen recetas universales.
Uno de esos mecanismos es la regulación emocional. Tal y como aseguran desde la BBC, las estrategias para mindfulness como la respiración consciente o el escaneo corporal tienen efectos en "la corteza de la ínsula, una región que está involucrada en la percepción y la emoción corporales". Esto potencia nuestra capacidad para conectar con nuestras emociones, pero sobrepesar el punto óptimo de conexión puede llevarnos a ser demasiado conscientes. En palabras de Willoughby Britton, psiquiatra docente de la Universidad de Brown, "es como si alguien hubiera subido el volumen y la intensidad de todas tus emociones fuera más fuerte".
Esto explica que aproximadamente un 14% de las personas que meditan regularmente padezcan ataques de pánico. Estamos mucho más sensibles. Pero tan negativo resulta esa enorme susceptibilidad emocional para nuestras vidas como la completa apatía emocional que puede provocarnos otro de los mecanismos mágicos de la meditación: la activación de la corteza prefrontal dorsolateral. "En la cantidad correcta puede resultar en mejor enfoque y menos reactividad emocional, pero cuando se lleva más allá de los niveles óptimos puede mitigar todas las emociones, tanto negativas como positivas", dicen desde la BBC.
De hecho, hasta un 8% de los participantes de la investigación citada anteriormente afirmaron haber vivido una especie de disociación. Nuevamente en palabras de Britton, "hemos tenido una abrumadora cantidad de personas que se comunicaron con el laboratorio y dijeron: 'No puedo sentir nada, no siento ningún amor por mi familia". Por último, y más allá de la regulación emocional, la meditación también puede ayudar en la potenciación de la atención. No obstante "cuando se practica demasiado puede provocar ansiedad, pánico e insomnio". No se trata de descartarla, sino de valorar qué cantidades nos hacen bien. Como todo en esta vida, el exceso o la mala praxis acaban haciendo cualquier cosa perjudicial.