Eran las 3 de la mañana, me encontraba llorando en el medio de la sala con una botella de alcohol derramada en el suelo, cuando de repente sentí una gran necesidad de levantarme y ver el cielo. Mi novia me acababa de dejar, mi madre decidió darme la espalda cuando más la necesitaba y ninguno de mis hermanos decidió levantar el teléfono cuando los llamé para pedirles consejo. Me sentía solo en el medio de la poca iluminación de una vieja sala de estar en el hogar de un amigo.
El día anterior también había perdido mi trabajo, todo esto tras un mes terrible lleno de decepciones, donde todos mis atributos que creía eran "buenos" fueron destruidos por mis seres queridos, y mis éxitos tirados a la basura. Me había convertido en el imbécil que todos patean después de una disputa en la cafetería cuando estaba en el colegio. Me preguntaba, inocentemente, ¿cuándo acabará todo este mal? ¿Por qué todo debe sucederme a mí?
Era un total imbécil.
Descartes explicaba en sus meditaciones que la única forma de conseguir hacer un terreno firme en las ciencias de "su" modernidad era destruir todos sus antiguos pensamientos y hacer tambalear las bases del edificio de su conocimiento, para luego crear nuevo conocimiento en el cual las dudas fueran casi nulas. Con este pensamiento, me levanté a las 7 de la mañana y decidí irme a mi casa, darme un baño y vestirme para irme a buscar lo que sería mi nuevo trabajo a partir de ese día. Todo por lo que había pasado el día anterior tuve que destruirlo, aunque el dolor era muy vigente. Decidí tomar una nueva actitud, buscar qué sucedía de mal conmigo que todo en un mes se fue directo a la mierda, y buscar entre todo lo que sucedió y por qué me había ido tan mal.
En resumidas cuentas: decidí destruir cada parte de mi ser, criticarme hasta más no poder y sacar lo débil de mi vida para transformarlo en la armadura que me vestiría de ahora en adelante.
Tyrion Lannister no mentía, chicos, no olvides tus debilidades, el mundo no lo hará.
Nunca diré que tras una pequeña transformación vino un éxito abrumador, pero desde ese momento, desde el momento en el que tuve el coraje de autodestruirme, fue cuando pude avanzar, fue cuando mis debilidades me parecían obstáculos más que enfermedades y mi ambición me parecía solo la parte más pequeña de la gran escalera del éxito. Más que una escalera, podría decir que mi ambición se convirtió en mi motor y el primer escalón de la gran escalera del éxito fue pisar mi antiguo ser, el amargado imbécil que lloraba porque le salían mal las cosas en la oficina.
Crecer es parte de darse cuenta que, cuando estás metiendo la pata, la única forma de sacarla es hacerlo tú mismo, sin esperar ni una pequeña consideración de tus seres amados. Ámate a ti mismo y con esto será suficiente.