El mundo es para vivirlo, no para existir en él

La vida está hecha para los valientes. Y no hablo de aquellos que luchan por la seguridad nacional o internacional, sino que me refiero a los que protegen a capa y espada sus sueños,

La vida está hecha para los valientes. Y no hablo de aquellos que luchan por la seguridad nacional o internacional, sino que me refiero a los que protegen a capa y espada sus sueños, y pelean sin descanso por sus principios e ilusiones. El mundo es para quienes no tienen miedo a amar, que sonríen llevando un ramo de flores a su chica y ven la complicidad del resto de transeúntes que se cruzan con él. Vivir, ¿qué es si no el hecho de hacer lo que tu corazón desea? Anteponer tus metas a cualquier moda o costumbrismo de nueva adquisición. Que la superación contigo mismo sea el café de tus mañanas, y que la evolución, desarrollo personal y emocional no caigan en el olvido.

Si bien son muchas las facetas que las nuevas tecnologías han menguado, está en la mano de los llamados soñadores el reavivarlas y darles un nuevo enfoque y un giro adaptado a nuestro tiempo en la historia. Hablando de soñadores, ¡qué bonito es que aún haya gente que se ilusione ilusamente, valga la redundancia! Porque saben lo que quieren, luchan y persisten aunque luego se esfume entre sus dedos esa quimera anhelada.

Me gustan las personas que dicen "sí puedo", los que prefieren caer en el intento que no vivir en una cobardía dictatorial. Soñadores, ¿qué haríamos sin ellos? Ellos son capaces de trazar un futuro bajo las sábanas con su pareja; ellos ven el presente como una antesala de sus fines más vehementes.

Admiro a quienes aman sin vergüenzas ni temores, que entregan su corazón en bandeja, sin protección y sin engaños. Aquellos, que son románticos empedernidos, que se enamoran con honradez y no censuran lo que sienten, que envían mensajes de texto, o escriben tarjetas de cumpleaños. Porque un álbum de fotos impresas a través de una aplicación en el móvil en formato polaroid puede crear tanta sensibilidad como una carta escrita a mano.

Y es que no se trata de los medios, sino del propósito del detalle en sí mismo. Por eso me fascina la gente que no se rinde ante el pesimismo que se respira con cada vez más asiduidad. Me encantan quienes sonríen a completos desconocidos mientras caminan, los que por muy dificultosas que se pongan las cosas siempre buscan el lado bueno de cada una de ellas. Y eso es algo digno de elogiar y vitorear.

El mundo está hecho para los que idealizan, los que se entusiasman y los que son optimistas. Que ser derrotista es el camino fácil, y optar por él es hacer un desplante a la vida, es desafiar a tu propio destino a una guerra en la que no habrá resistencia alguna. Es por ello por lo que concibo que el mundo se hizo para quienes desean que la vida sea más que un mero trámite, los que prefieren exprimir cada una de sus facetas, los que desean vivirla en su máximo apogeo y no ser un simple pasajero de ella.

Como decía Oscar Wilde: «Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo». Y a mí, me gusta rodearme de personas que viven, que con ello hacen que sea mejor cada día, provocando que mi sonrisa se enaltezca y que la esperanza envuelva mi vida.