La vida se compone de etapas, y madurar significa ir superando una detrás de otra. Etapas que a veces parecen estar preestablecidas por la dinámica de la sociedad: después de terminar el instituto, la universidad, después de la universidad, un máster, mientras haces el máster, prácticas, después del máster perfeccionar idiomas, después buscar un trabajo... Y así llegas casi a los treinta , con una vida que parece estar planificada desde el principio.
Sin embargo, si hay una característica que define a nuestra generación es nuestra inconformidad, nuestro espíritu indomable e incansable. Somos una generación totalmente diferente a la de nuestros padres: nos gusta movernos, conocer gente, experimentar nuevas emociones, nuevas culturas, nuevos lugares, vivir y disfrutar de la vida al máximo...
¿Quién no se ha planteado alguna vez tomarse un año sabático para dedicarlo única y exclusivamente a viajar? Vivir una temporada en Brasil, en una casa en la playa, y disfrutar del mar, de las olas, de la arena, de la sal, de las noches bajo las estrellas. O viajar a Perú y sumergirse en la cultura inca paseando por las calles en ruinas de la vieja Machu Picchu. O vivir en un ático en París, y pasar horas en un café observado a la gente pasar, pasear por las orillas del Sena, los Champs Elysées o Montmartre e impregnarte de la cultura, la historia y el arte de la ciudad.
Pero a veces parece que nunca llega el momento oportuno para cambiar la estabilidad y la comodidad de un trabajo en tu ciudad por una aventura en el otro extremo del planeta, a pesar de lo que sigues pensando a menudo en cómo sería hacer las maletas e irte. Pues te diré algo, aún eres joven, la vida pasa rápido y la definición de fronteras cada vez es más difusa. Así que deberías pasar de compromisos sociales, de estabilidad vital, de tu zona de confort y comprar un billete de avión al lugar donde siempre quisiste ir, y lo más importante, irte solo.
Porque ahora es el mejor momento. Aún eres joven y estás soltero, no tienes responsabilidades ni a gente que dependa de ti, y aunque no te sobre la pasta, estás lleno de energía. Porque si hay algo que define a la generación milenial es que no necesita grandes lujos para viajar, con lo básico tenemos suficiente. Porque lo que realmente buscamos en un viaje es la experiencia en sí misma. Conocer gente de otras culturas, experimentar texturas y sabores de los cinco continentes, ver arquitectura, aprender historia...
Y lo más importante, sentir la libertad de decidir qué hacer por ti mismo, sin presiones sociales, familiares, laborales ni de ningún otro tipo. Solo tú, contigo mismo y el mundo, viviendo una aventura, conociéndote a ti mismo y viviendo situaciones diferentes, afrontando nuevos retos, enfrentándote a tus miedos y conociendo esa parte de ti, que no sabías ni que existía, porque la rutina la mantenía oculta.
Porque en vez de coleccionar etapas superadas, viaja y convierte tu vida en una colección de experiencias. Experiencias que no harán sino volverte más fuerte y sabio, ver la vida desde una perspectiva diferente, pero sobre todo, serán la prueba de que estás viviendo tu vida al máximo.
Crédito de la imagen: missever.com