Imaginad con qué cara miraron sus colegas a la primera persona que dijo que era posible hacer un vuelo transoceánico; hoy en día vemos con normalidad que seres humanos viajen al espacio. Todo gran cambio e innovación, empieza con una idea absurda, por eso es tan difícil ser creativo, porque cuando se presenta un problema buscamos lo práctico, lo que conocemos y sabemos que funciona. Pero hay un colectivo tan avanzado en usar la creatividad que todos deberíamos aprender de él: los niños.
La putada de esta sociedad es que de pequeños nos enseñan a usar toda nuestra imaginación para luego decirnos "vale, ya está, ahora ser infantil está mal". Y partir de ahí lo que toca es ser realista. Pero en serio, ¿de qué sirve ser realista cuando intentas crear algo? Si el creador de internet, Tim Berners-Lee, hubiese sido realista en su día, hoy seguramente no estarías leyendo este artículo. La creatividad es una capacidad que todos tenemos, pero que la mayoría hemos dejado de utilizar de manera eficiente. Volvamos atrás, dejemos que el niño que fuimos una vez se divierta un rato, porque pensar con ese toque infantil tiene muchas ventajas.
Tan simple que es novedoso
Dada su corta experiencia y su poca capacidad de hacer razonamientos demasiado complejos, los niños llegan a conclusiones muy simples. Lo que no quiere decir que no sean correctas. Y precisamente esa simpleza a la hora de tener ideas es lo que nos cuesta a los adultos, acostumbrados a darle a las cosas tantas vueltas como nos sea posible. No obstante los niños sueltan la idea y no saben qué hacer con ella; los adultos tenemos los recursos para desarrollarla, pero hay que empezar por el principio. A veces las respuestas más simples son las que nadie se ha atrevido a expresar.

No entienden de vergüenza
Los adultos tenemos la fea costumbre de no ser nosotros mismos al cien por cien por el "qué dirán", y eso frena mucho la creatividad. A los niños les da igual que les miren, les da igual lo que les digan y lo que piensen de ellos, por lo que no tienen problemas en expresar cualquier idea que se les pase por la cabeza por tonta que sea.
No tienen miedo a equivocarse
A los más pequeños les gusta experimentar, probar cosas nuevas, viven en un continuo proceso de prueba y error. Y lo hacen sin miedo a hacerlo mal, porque no les preocupa tener que volver a empezar. No les importa pasarse de la raya y hacer algo que esté fatal, y esa es una cualidad tremendamente útil para alguien que quiere innovar. ¿Que te equivocas? Pues de eso se trata, de construir y destruir hasta dar con la respuesta perfecta.

Sin límites
Hagamos una prueba: imagina cómo dibujarías y colorearías una casa con jardín. Seguro que la gran mayoría tiene en mente una casa cuadrada con el tejado triangular, el cielo azul y el jardín verde. Nadie se habrá imaginado una piña debajo del mar, ni una casa voladora, ni un edificio con paredes de chocolate. La experiencia nos ha limitado terriblemente a la hora de imaginar, mientras que un niño puede pensar más allá de cualquier ley lógica.
Lo cuestionan todo
A veces pueden ser muy cansinos con su "¿por qué...?", pero precisamente esa necesidad de darle la vuelta a todo es esencial para despertar la creatividad. No se puede innovar si antes no te has preguntado por qué las cosas son como son.

Pensar como un niño puede ser malo si pretendes ligar en una discoteca, pero de lo más útil si quieres sacar tu parte más creativa. Y además puede llegar a ser la hostia de divertido.
Crédito de la imagen: thespiritscience.net