Unas gotitas más de altruismo no le vendrían mal al mundo. Es precisamente lo que pensaba el investigador postdoctoral Shawn Rhoads, de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, cuando inició una investigación para descubrir qué rasgos de la personalidad se esconden tras el altruismo extremo. En sus propias palabras, “comprender qué lleva a las personas a comportarse de manera que beneficie a otros es crucial para mejorar el bienestar de la sociedad”. Los resultados, publicados en la revista especializada Nature Communications, mostraron que las personas muy altruistas suelen presentar una mayor honestidad-humildad, una menor angustia social y un menor descuento social.
El primer rasgo tiene mucho que ver con la prosocialidad. Como explica el mismo Rhoads, las personas que puntúan muy alto en honestidad-humildad “no están dispuestas a explotar a otras para beneficio personal, tienden a ser justas y genuinas en las interacciones sociales y no se sienten con ningún derecho especial o con una importancia personal especial”. Cuanto más acentuadas están estas cuestiones en ti, bastante más probable es que cometas actos de altruismo cotidiano e incluso de altruismo extremo como realizar trabajo de ayuda humanitaria, hacer un rescate heroico, donar médula o donar órganos. La clase de actos que pueden marcar la vida de otras personas para bien.
La generosidad: una de las claves
El segundo rasgo, el descuento social, habla del alcance de tu generosidad. Porque probablemente casi todas las personas estén dispuestas en menor o mayor medida a sacrificarse por sus parejas, por sus padres, por sus amigxs e incluso por sus mascotas. Sin embargo, la cosa suele cambiar cuando el esfuerzo debe ir dirigido a personas desconocidas. En este sentido, dice Rhoads, el descuento social define “el grado en que las personas están dispuestas a sacrificar recursos para beneficiar a otros a medida que disminuye la cercanía social”. Es algo que está o no está dentro de ti: esa empatía universal que no entiende de vínculos emocionales estrechos y que incluye a todo el mundo.
Por último, está el rasgo de la angustia personal. La lógica podría hacerte pensar que las personas con mucha angustia emocional, al vivir esas sensaciones desagradables tan intensamente y tan a menudo, serían más empáticas con otras personas en la misma situación. No obstante, y como indica el autor del estudio, parece que la realidad es totalmente contraintuitiva: “Las personas con poca angustia personal podrían estar mejor capacitadas para tomar medidas que ayuden a otras personas en necesidad o angustia porque son capaces de manejar sus propias reacciones emocionales”. Es decir, que el autocontrol emocional es clave para una vida altruista. Y tú, ¿te reconoces en estos rasgos?