En las comedias románticas suelen tener muchísima más gracia los roles secundarios. Esos cínicos a los que todo les sale mal pero te cuentan sus desgracias con tal salero que te hacen desear ver más de sus tramas que de los protagonistas. Pero, efectivamente es una película y después de hora y media, no tienes por qué aguantar más.
No sé en qué momento se puso tan de moda la queja como forma de vida. Cada vez hay más personas a mi alrededor que se van haciendo, poco a poco, amargados prematuros. Gente que, en pleno apogeo de su juventud, un día decidieron cumplir 75 años y convertirse en esa tía abuela que solo ves en Navidad y que de todo tiene que opinar o de todo tiene que lamentarse.
Es como si un día les hubiera poseído uno de los personajes que tanto le gustaba interpretar a Woody Allen. Cuanto más se quejan y más anécdotas cuentan sobre las desgracias de su día a día, más carcajadas provocan. Esos que nada mas sentarse en una terraza de cañas, ya te han contado alguna historia de su trabajo para recalcar que le amarga levantarse cada mañana para ir a esa oficina, añadiendo además lo miserable que es su vida amorosa. Y lo peor es que no pueden consolarse con copazos porque su cuenta corriente les deprime. Gente que al principio te hacían algo de gracia pero una vez te has acostumbrado, sientes que tienes delante a un cómico judío newyorkino deseando ser desgraciado para poder contarlo.
Pero la amargura forzada es como el embarazo psicológico. Al final, lo has pensado tanto, que te lo acabas creyendo y por lo tanto, acabas teniendo todos los síntomas. Te encuentras con amigos que, aunque al principio creías que tenían una mala racha, descubres que son todo drama porque no tienen motivos para estar así y encima te amargan a ti también. Están en pleno apogeo de su juventud y parece que llevan acarreando años de existencia, y a duras penas. ¿POR QUÉ ERES ASÍ?
Pienso en esa frase de abuelo que te dice " aprovecha que eres joven" o " quién tuviera tu edad otra vez" cuando ve a su nieto ir a la comida familiar de resaca y aborrecido de vivir. ¿Qué pasará con estas personas que llevan siendo, casi desde adolescentes, la madre que "no se ha sentado en todo el día" o el señor gruñón al que todo le parece mal? ¿Por qué están convirtiendo los mejores años en un monólogo de "a mi me va peor"? y sobre todo ¿por qué siendo tan jóvenes se lamentan tanto?.
Esto no es una critica a la gente que se queja, es una acusación. Porque claro que hay que quejarse, ¡yo misma lo estoy haciendo ahora! Incluso, hacerlo es una forma de desahogarse y liberar estrés y tensión del día a día. Pero, sin darte cuenta, un día serás alguien mayor de verdad, con marcas visibles de que la vida va pasando en tu cuerpo y te sentirás agotado espiritualmente. De pronto, te habrás convertido en ese que siempre dice "lo que daría yo por volver a mis veintitantos" al mirar a alguien de esa edad. Porque querido amigo, ya los tuviste, pero te empeñaste en estar amargado.