Hay una manera de preocuparse que puede ser útil

Saber controlar cómo nos preocupamos puede ser muy útil para descubrir qué queremos y qué no

Todxs en algún momento de nuestra vida estamos preocupadxs, pero no todxs sabemos dominar nuestras preocupaciones. La preocupación: un nudo en el estómago, una centrifugadora de “y si” en nuestra cabeza, un peso en el pecho que nos impide respirar bien. Se trata de un sentimiento que experimentan todos los humanos, aunque unos pocos afortunados (ese compi de trabajo, esa amiga, tu abuela) saben dominarla con destreza. Los ves y están allí sin ningún tic nervioso.

A pesar de que la preocupación es una emoción universal, lo cierto es que no afecta igual. Hay sesgos muy claros como el de género. Según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos mentales como la depresión y la ansiedad son dos veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres.

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En España, según un estudio, la principal fuente de preocupación actual y de estrés es el actual coste de vida (41%), seguido de la incertidumbre acerca del futuro (35%), y los conflictos globales y la actual situación política. No es raro hablar con cualquiera a día de hoy y que algunos temas de conversación no salgan a relucir con el consecuente tono de preocupación. ¿Pero cómo frenar los pensamientos o al menos volverlos útiles?

Lo que recomiendan los psicólogos es que, ante un bucle de pensamientos angustiosos y preocupantes, lo mejor que se puede hacer es ocuparse. La acción suprime el pensamiento. Además, muchas veces nos preocupamos por cosas que son de relativa-fácil solución. Así pues, una vez ponemos hilo a la aguja, nuestra cabecita deja de darle vueltas al tema.

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Cabe decir que preocuparse en unx mismx no es algo negativo. El problema no está tanto en pensar mucho sino en ‘no pensar bien’. La clave para ello es detectar esas cadenas de pensamiento que nos acaban llevando a la parálisis de estar sufriendo ya por algo que aún no ha ocurrido y puede que nunca ocurra. Saber cortar con esas cadenas puede ayudarnos preocuparnos de una manera más útil y tranquila. Para ello hay que desligar las emociones de los pensamientos y analizarlos.

Un ejercicio muy fácil para empezar con esto es darnos cuenta de que los nervios y la preocupación nos enturbian la mente y pueden hacernos tomar peores decisiones. Si conseguimos controlar esto y sabemos leer nuestras preocupaciones, estas nos podrán servir de guías para saber realmente que es lo que anhelamos o si lo que hacemos se corresponde con lo que queremos ser.