La esperanza. La sensación de que el futuro será mejor. Esa creencia, cercana a la certeza, de que los problemas son temporales y de que basta con que cambie un pequeño detalle para que tu vida despegue hasta acabar siendo perfecta.Puede que no te satisfaga del todo tu situación laboral: "es una mierda de curro, pero tengo que pagar las facturas hasta que salga algo de lo mío". O, tal vez, se trate de tu relación que está cayendo en la rutina: "ahora mismo no estamos muy bien, pero solo es un bache".

Y sabes que la manera de encarar los malos tiempos es el optimismo. Poner al mal tiempo buena cara y enfrentar tu día intentando no pensar demasiado porque ¿qué otra cosa puedes hacer? Y, en los momentos de mayor bajón, te agarras a los dichos de siempre, que si son de siempre por algo será: "Mañana lo veré de otra manera", "el tiempo todo lo cura", "mañana será otro día". El futuro será mejor, vamos.
Probablemente, sea un mecanismo de supervivencia. Una especie de programación interna para seguir avanzando y no quedarnos tumbados en un arcén. Y es que, necesitamos la esperanza. Te pasa a ti y le pasa a la mayoría de tu gente, salvo a esos cenizos con los que prefieres no cruzarte mucho. Todos pensáis que la situación es temporal y que el futuro será mejor. Pero, en realidad, el futuro no tiene por qué ser mejor. Aunque, tampoco tiene que ser peor, no seamos tremendistas. Simplemente, no hay manera de saberlo. Sin embargo, nos empeñamos en buscar señales de que las cosas están ordenándose a nuestro alrededor y que lo único que necesitamos es paciencia.
En este sentido, los investigadores de la Universidad de Harvard, Todd Rogers y Michael I. Norton, defienden que las personas tienden a creer que el futuro va a cambiar de forma favorable. Pero, según su investigación, no se trata de que las personas seamos de talante optimista y pensemos que las cosas van a ir mejor en general, sino que nos convencemos de que el futuro se va a amoldar a nuestros propósitos, que va a beneficiarnos individual y personalmente.

La ironía está en que, si crees que la vida va a recolocarse sola, no vas a hacer nada para cambiar tu situación. Según Rogers y Norton, la idea de que el futuro va a ser mejor lleva a la inactividad. Vamos, que como pensamos que nuestros sueños van a cumplirse solos, no hacemos nada por llevarlos a cabo. De esta manera, el optimismo infundado nos puede llevar al fracaso.
Así que, mejor, deja de buscar pistas. Deja de esperar. Las previsiones déjaselas al Meteosat. Y empieza a mirar dentro de ti, averigua dónde está el escozor y decide si cambias de camiseta o si cortas la etiqueta. Porque, cariño, te lo aseguro: la etiqueta no va a dejar de picar. En todo caso, te acostumbrarás a su incordio. Todo esto puede resumirse en una noticia mala y una buena. La mala es que no, cariño, el futuro no va a ser mejor. La buena es que puede serlo. Y no depende del azar, sino de ti.