¿Cuándo fue la última vez que te reíste a carcajadas? ¿O que pasaste la noche sin dormir tocando la guitarra, bailando sin parar o haciendo el amor? ¿Cuándo fue la última vez que diste un abrazo que durase más de ocho segundos? Qué lejos queda aquella sensación de estar vivos, como la que teníamos cuando éramos niños y podíamos pasar horas jugando al fútbol o en el parque. Pero no hace falta remontarnos tanto, porque también parece muy lejos el pasado verano, nadando en la playa, sintiendo en los pies el tacto de la arena, durmiendo pocas horas y queriendo aprovechar cada minuto con los amigos sin mirar el reloj…
“Cuando éramos niños nos enseñaron a andar y a hablar, para luego pedirnos que nos estuviésemos quietos y callados”.
Nos han enseñado a ganarnos la vida, para luego impedirnos que la vivamos. Trabajamos para poder viajar, aprender, experimentar… pero muchas veces somos como pájaros dentro de una jaula, encorsetados entre corbatas y tacones, o presos de un reloj y una hipoteca que nos atan a unas rutinas. Sentados durante horas delante del ordenador, vamos perdiendo la ilusión, y atrofiando muchas capacidades innatas como sonreír, cantar, saltar o correr. Cansados al final del día, nos tiramos al sofá, a absorber cualquier serie de risa que caiga para desconectar la mente y parar por un rato.
No es que seamos hiperactivos, es que en primer lugar somos personas, pero a veces olvidamos que las personas somos también animales. Racionales, pero no por ello menos descendientes de los monos. Ellos se pasan las horas y los días trepando árboles y moviendo el esqueleto, ese que nosotros tenemos ya envuelto en grasas y encadenado a una mente que lo quiere tener a raya las veinticuatro horas del día.
"No es que seamos hiperactivos, es que en primer lugar somos personas, es decir, animales con un cuerpo que necesita moverse".
Dejar que esta dinámica social nos absorba es darnos por vencidos, no luchar por algo mejor y que nos haga más felices. Solemos creer que la energía se nos gasta al final del día, y que si trabajamos tantas horas no tenemos ya fuerzas ni tiempo para hacer deporte, salir a divertirnos con los amigos o cultivar aquella afición que tenemos cogiendo polvo en el fondo de un cajón. Pero a menudo es todo lo contrario, y la energía que tenemos es como la dinamo de una bicicleta: cuanto más pedaleamos, más energía tenemos. Si vamos al gimnasio al salir del trabajo, es probable que después durmamos mejor, estemos de mejor humor desayunando al día siguiente con la familia y acabemos por rendir más en el trabajo.
"A veces esperamos a que termine la semana para que sea viernes, el año para que sean vacaciones y la vida para ser felices...".
La vida de las personas protagonistas, de las que toman las riendas, no es una vida menos complicada, ni carece de compromisos sociales y personales, pero es una vida que se transforma con la perspectiva del que la vive, que se compromete desde su pasión, su motivación y sus ganas de vivir y dar lo mejor en cada cosa que hace. Es una vida que no se deja vencer por el cansancio y que sabe que la energía que invierte en sus sueños la recupera en forma de satisfacción, más sueños, más autoestima, relaciones más auténticas y más alegría de vivir.
Consejo Milenial: vive más intensamente y no dejes que se te atrofien los sueños.
Crédito de la Imagen: Jairo Álvarez