¿Siempre aceptas sin rechistar las películas que quieren ver tus amigos, los bares por los que salen o los conciertos a los que quieren ir? ¿Nunca eres capaz de imponer tus gustos, tus planes o tus ideas? ¿Eres el que siempre asiente? ¿Esa a la que siempre todo le parece bien? Pues esta actitud puede llevarte a conductas de sumisión que marcarán tu vida sentimental, amistosa e incluso profesional.
Lo primero que hay que pensar es en la razón por la que decides ceder. Puede que creas que eres flexible y tolerante. Es posible que incluso percibas esa actitud como señal de lo buen amigo que eres. Sin embargo, lo más probable es que haya otras razones no tan bondadosas detrás de ese comportamiento, y algunas puedes intentar evitarlas.

La falta de autoestima tiene muchas papeletas para salir a relucir. Adoptas un papel sumiso para complacer incondicionalmente a tus amigos o pareja porque crees que es el único modo de mantenerlos a tu lado. Percibes algo erróneo contigo. ¿Quién eres tú para sugerir restaurante, para proponer plan de fin de semana? No les va a parecer bien, crees. Así que te achantas y mejor que decidan ellos. Tú apoyas. Es un razonamiento muy básico, pero lamentablemente aparece en muchos de nosotros, sobre todo cuando somos jóvenes y las inseguridades son el pan de cada día.
La relación que tienes con tu familia también te puede estar condicionando. Si tus padres tienen una actitud autoritaria y has aprendido que tienes que seguir siempre sus órdenes para tenerlos contentos, tu personalidad puede estar desarrollando vicios muy peligrosos. Otro mal hábito es delegar en los demás todas las decisiones para conseguir protección a través de la sumisión. A cambio de tu libertad estarías consiguiendo comodidad, el 'no mojarte'.

Todas esas características están parcialmente en todos nosotros en algún momento de nuestras vidas, pero no pueden definir quiénes somos constantemente. Lo primero que has de tener claro es que si eliges opinar menos que los demás no es porque seas un alma cándida y bondadosa. No eres ni moralmente superior ni más comprensivo.
Estas conductas y autopercepciones impuestas por valores conservadores han moldeado hasta hace muy pocas décadas a mujeres que eran educadas para adoptar un papel de entrega total a sus maridos y llegaban incluso a tolerar el maltrato. En muchos casos de abusos físicos, la falta de autoestima y la supuesta comprensión y generosidad acaba desembocando en humillación.

Si estás empezando a definir quién eres en relación a tus compañeros de clase, de piso o tu pareja, es importante estar alerta y vigilarte a ti mismo. No hace falta que te conviertas en un tirano caprichoso que no da nunca su brazo a torcer, pero está bien escapar del 'buenismo'. No todo está bien. No todo te puede dar igual. Tu opinión cuenta. Lo que te apetece o no es importante. Has de hacerlo no solo por ti mismo, sino también por tus amigos y tu pareja.
Lo más probable es que ellos esperen y deseen compartir su ocio, alegrías y desventuras con alguien que pueda guiarles, alzar la voz, llevarles la contraria y hacerles ver que están equivocados. Y si no eres capaz de convencer a tu entorno, piensa en lo difícil que te será explicar tu punto de vista en el trabajo o rebelarte contra aquello que crees injusto. Todas tus decisiones y actitudes cuentan. Sin obsesionarte con ello, tenlo presente cuando el sábado te pregunten "¿a dónde vamos?".
Crédito de la Imagen: Lee Materazzi