"Yo no soy borde, soy sincero, le digo a la gente lo que tiene que oír", "solo le he dicho la verdad", "estás haciendo las cosas mal"... Son frases con las que a mucha gente se le llena la boca para justificar el hecho de ir repartiendo su opinión a diestro y siniestro. Cuando le dices a tu amiga que esa falda le sienta mal, a tu hermana que no te acaba de gustar su novio o a tu madre que tiene que hacer algo con su vida, deberías ser consciente de que es única y exclusivamente tu opinión y deberías darla con humildad.
Cuando opinamos sobre alguien, lo hacemos desde nuestra forma de ver la realidad, desde nuestra experiencia y nuestros valores y creencias de lo que está bien y mal. Nuestra opinión NO es objetiva ni es una VERDAD UNIVERSAL. Lo que vemos en el otro, depende de las gafas que utilicemos para ver la vida. Todos tenemos lo que en psicología se conoce como 'sesgo de atención', es decir que tendemos a fijarnos en ciertos aspectos y no en otros. Eso nos lleva a la pregunta de: ¿hasta qué punto le es útil a la otra persona lo que le estamos diciendo?
Eso si asumimos que estamos hablando de la crítica constructiva, de esa opinión que damos con el objetivo de que la persona crezca y mejore su situación. Pero ya si nos ponemos en la destructiva, en las cosas que no nos atrevemos a decir a la cara y decimos a la espalda, no hay nada que nos retrate más que lo que decimos de los demás.
Esta tendencia a la crítica, a ver el lado negativo de todo y a tener la necesidad de compartir nuestra visión puede amargar tanto nuestra vida como la de las personas que tenemos alrededor. Pasa a muchos pero pocos saben que este aspecto de la personalidad es más concreto de lo que puede parecer.
Concretamente se encuentra en una parte de nuestro cerebro que se llama la 'corteza prefrontal' que, además de otras funciones, controla la atención selectiva, es decir, en el proceso que nos lleva a concentrarnos en un aspecto de la realidad y a descartar los otros, y es muy relevante en nuestra vida emocional. Esta zona se divide en dos partes y si la que más manda en ti es la región prefrontal izquierda es posible que tengas una tendencia natural a buscar el lado positivo de las cosas, no es que no veas lo que está mal pero te fijas más en lo que está bien. Si por el contrario la que manda es la región prefrontal derecha, puede que tengas una tendencia a la preocupación y al desánimo cuando cometas incluso fallos pequeños y a enfocarte en lo que puede salir mal.
De manera que, porque nosotros veamos las cosas desde una perspectiva, no significa que sean así ni que tengamos que convencer a otros de que nuestro punto de vista es el correcto. Esas luchas de poder por ver quién tiene la razón entre padres e hijos, amigos y parejas tienen todavía menos sentidos después de saber que todo está en nuestro cerebro.
Sin embargo, eso no significa que las posturas deben quedarse fijas para toda la vida. El cerebro es plástico y nos permite reinventar, si queremos, nuestra forma de ser. Podemos adiestrar nuestra atención. Si nos centramos en evaluar algo de manera más positiva estamos fortaleciendo la zona prefrontal de nuestro hemisferio cerebral izquierdo así que cada vez nos resultará más fácil y lo acabaremos haciendo de forma natural.