La verdad por delante: las personas extrovertidas tienden a tener más experiencias placenteras, a sentir una mayor motivación para vivir nuevas aventuras y a tener una disposición más positiva ante la existencia. Pero aquí hay un matiz: en las sociedades occidentales. Al fin y al cabo, el cerebro extrovertido no es necesariamente más feliz que el cerebro introvertido. Lo que ocurre, según asegura el terapeuta Blake Griffin en un artículo para Psychology Today, es que cuando la personalidad coincide con la personalidad de una cultura, la cultura "amplifica el efecto positivo de la personalidad en la Psychology Today y el bienestar subjetivo".
Bajo esa realidad científica, muchas personas introvertidas hacen auténticos esfuerzos por volverse mucho más extrovertidas. La sociedad les ha hecho creer que están incompletos, que se encuentran en una fase de desarrollo inferior y tienen que trabajar para salir de ahí y volverse extrovertidos. No en vano, y según cuatro estudios realizados por los científicos Nathan Hudson y Brent Roberts, de la Universidad de Illinois, aquí en occidente, "el 87% de las personas expresó explícitamente el objetivo de volverse más extrovertido". Es una verdadera obsesión. Y tiene todo el sentido del mundo: promete mayor felicidad.
No te obligues a hacer cosas que no te gustan
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Sí, los rasgos de la personalidad no son completamente estancos y puedes experimentar cambios a lo largo de tu vida. Pero no estás hecho de arcilla. No es como si pudieras resetear el disco duro por completo y ser otra persona. En ese sentido, apunta Griffin, especialista en teorías del comportamiento, "Scott Barry dirigió una gran cantidad de investigaciones sobre la introversión y llegó a la conclusión de que 'la clave más importante para ser un introvertido feliz es simplemente la autocontrol: no obligarse a actuar repetidamente fuera de lugar'". Dedícate a ser tú mismx. Ya está.
Parte del problema reside, según el propio Barry, en "pensar en unx mismx como una desviación de una persona ideal". Porque no hay personalidad ideal. Es una mentira. Y mientras te resistas a quién eres, mientras cargues ese estigma por pensar que no eres válido para esta sociedad extrovertida, que no tienes las herramientas y las habilidades innatas para desarrollarte felizmente en este contexto, te estarás dando cabezazos contra un muro. Y resistirte con más fuerza no cambiará nada. Ni ponerte una careta. Ni autoengañarte. Solo queda una salida y es la autenticidad. Una autenticidad orgullosa y sin excusas.
"Barbara Barcaccia y sus colegas italianos citaron revisiones de la literatura que muestran que la atención plena de los rasgos, estar conscientemente presente mientras se es consciente activamente de las expresiones de los rasgos con una actitud sin prejuicios, está vinculada al bienestar emocional", añade Griffin. Esto contrasta con lo que, como introvertido, puedes haber estado haciendo toda tu vida: juzgar tus pensamientos, tus sentimientos y tu manera de estar en el mundo. Castigarte. Decirte que ojalá fueras como los demás. Hoy podría ser el día en que todo eso cambie para siempre. Ese es tu único trabajo: ser libremente tú.