Quienes constantemente opinan sobre los demás se toman muy en serio su tarea como críticos de la sociedad, pero no reciben ninguna retribución por ello. Sin que nadie les pregunte, emiten su juicio de valor ante la estupefacción del otro y, a veces, ante la de un público más amplio. No se trata de una crítica constructiva, sino de un comentario negativo que pone en ridículo al otro. Como es obvio, esta actitud trae consecuencias negativas para quienes la practican. Los demás se cansan de que les machaquen y se alejan.
Criticar puede ser una forma de afirmarse, de sentirse importante o de dejar claro quién manda, pero también puede ser un intento fallido de comunicarse. Son infinitas las razones por las que algunas personas critican, en cambio, el efecto siempre suele ser el mismo. Por eso es bueno intentar ponerle remedio.
Cómo dejar de criticar
Aunque uno haya hecho de la crítica su vocación, está en sus manos ponerle fin. Según la psicóloga clínica Sefa Campins Martí, hay unos pasos que la persona que critica constantemente puede seguir para dejar de hacerlo.
Cualquiera que quiera dejar de hacer algo, debe tener claro que quiere cambiar porque esta conducta tiene unas consecuencias negativas para él. Por tanto, necesita ser consciente del problema y tener motivación para el cambio. Cuando la persona que critica ve que los demás se ofenden o no quieren quedar con ella, empieza a adquirir consciencia de los problemas que comporta su conducta y es entonces cuando puede cambiar. “Si los argumentos en contra de esta conducta no existen, la persona no cambia”, explica Campins.
Un primer ejercicio muy fácil que puede hacer es apuntar en el móvil o en un papel las veces al día o a la semana que critica. Cuando la persona tiene claras las veces que tiene esta conducta, debe concretar las características que la definen. Es decir el qué, el cómo y el cuándo de la situación. Averiguar si lo hace por norma, si es con todo el mundo, si es con un círculo concreto de personas, si es solo con un tema, si es solo cuando está enfadada.
Al listar las situaciones, verá que muchas se repiten. A partir de aquí, debe establecer una lista de prioridades para dejar de provocar estas situaciones en la que la primera será la más fácil y la última aquella en la que está más implicada emocionalmente. Establecer una jerarquía le permitirá ir avanzando progresivamente y lograr un cambio conductual.
La parte cognitiva consiste en descubrir el motivo detrás de la conducta. Es un proceso más difícil y lento. “Es importante empezar por el trabajo conductual porque las consecuencias en seguida se ven”, afirma Campins. Si uno deja de criticar, los demás no se enfadan. Sin embargo, debe estar respaldado por el trabajo cognitivo que permite ir a la raíz del problema. Puede ser una cuestión de carácter, educación o un hecho concreto que hay que descubrir.
Para lograr este cambio es, pues, necesario adquirir consciencia del problema y tener fuerza de voluntad para solucionarlo. Como con cualquier otro cambio, el trabajo es imprescindible. Siguiendo los pasos anteriores, las consecuencias pueden verse inmediatamente y la motivación para alcanzar los objetivos crece día a día. No solo recuperará uno su círculo de amistades, también la confianza en uno mismo.