Tienes veintitantos, has terminado la carrera y llevas tiempo naufragando entre curros precarios. Se supone que estás en la flor de la vida pero, ateniéndote a los hechos, debe ser una flor bastante marchita. Porque sientes que tu vida emocional es un caos, tu círculo social ya no es lo que era y las resacas cada vez son más desproporcionadas a las borracheras. Si crees que estás demasiado frustrado para ser tan joven, tenemos una noticia tranquilizadora: no es que seas un intensito ni un dramas, es que estás inmerso en la crisis del cuarto de vida.
Una generación huérfana de certidumbres
Se trata de un síndrome reconocido en el mundo de la psicología desde hace años pero que se ha visto recrudecido por las malas condiciones que atraviesa la juventud. Tal y como explica Josep María Blanch, profesor emérito de Psicología Social en la Universidad Autónoma de Barcelona UAB, "somos una generación huérfana de certidumbres". Antes, si seguías el discurso meritocrático de "estudia, esfuérzate, lucha por lo que quieres" tenías ciertas garantías de que podrías lograrlo. Ahora ya no es así. La precariedad laboral se ha cronificado y desarrollar un proyecto de vida sólido se ha convertido en una utopía. Ya no aspiramos a la vida lujosa y sofisticada de Carrie en Sex and the City, nos conformamos con ser la versión castiza y decadente de Hannah Horvath en Girls.
"Hasta los ventipocos es normal querer experimentar, vivir al día, tener aventuras. El problema llega cuando empiezas a pensar en serio hacia dónde quieres orientar tu vida. Necesitas poder agarrarte a una base sólida para hacer planes a largo plazo, como independizarte o comprarte un coche. Y el nuevo orden global lo dificulta", apunta Blanch. No se trata de una cuestión meramente laboral, sino también emocional. Llega una edad en la que el plan de sábado más apetecible ya no es buscar amor de usar y tirar en cualquier discoteca, sino compartir peli y manta con alguien. Pero, como dice la poeta Noelia Morgana, la realidad es que estás "hasta el gorro del porno solo, de la manta sola" y de ti instalándote y desinstalándote Tinder cada dos semanas.
Quienes rondamos los 25 estamos atrapados en una transición a la vida adulta que se alarga demasiado. Casi tanto como los espacios entre cada quedada para tomar unas cañas con tus amigos. Crecer implica reajustar prioridades y muchas veces los colegas son los primeros en caer cuando toca hacer malabarismos con las pocas horas libres que nos quedan al día. Y la falta de apoyos acaba pasando factura.
La ansiedad como compañero de viaje
Estamos atrapados a medio camino entre un modelo laboral, social y relacional obsoleto y un futuro incierto que causa vértigo. "Cuando uno se enfrenta a un horizonte borroso lleva una espina clavada permanentemente y es un factor de ansiedad que se añade al resto de estreses cotidianos", asegura el psicólogo. Porque sí, la ansiedad es la herida abierta de nuestra generación. De hecho, las búsquedas en Google por el término 'ansiedad' ya cuadriplican a las de 'depresión'. Y aún nos sigue dando vergüenza hablar de ello, porque creemos que sería admitir públicamente nuestro fracaso. Sin embargo, los expertos coinciden en señalar que el primer paso para superar la crisis del cuarto de vida es dejar liberarse del lastre del autoboicot. Piénsalo, ¿tratarías a los demás con la misma dureza con la que lo haces contigo mismo?
No pasa nada si al hacer recapitulación vital el punto en el que te encuentras no es el que te esperabas estar. "La gente no puede poner en juego su autoestima dependiendo de la coyuntura", explica Blanch, quien propone un método para subirte la moral en los días de bajón: "Hay que pensar que uno es responsable de las cosas que le van bien, pero entender que algunas de las cosas que le va mal están condicionadas por circunstancias externas en las que se combina la suerte y las oportunidades". Sabemos que es difícil y que eso de "crisis significa también oportunidad" suena a manual de autoayuda manido.
Un revulsivo para volver a situarte
Pero lo cierto es que estar al borde del colapso puede servirte como punto de inflexión. Permítete estar mal, pero no te lamas las heridas más de la cuenta. Piensa que muchos otros han pasado por esto antes que tú y han salido reforzados. De hecho, tal y como comprobó el psicólogo Oliver Robinson en un estudio presentado en 2011 tras entrevistar a más de 1.000 jóvenes, quienes atravesaron la crisis de los 25 la recuerdan a posteriori como un revulsivo que les hizo mejorar su vida. Si te sientes atrapado, muévete. Sal, haz un tras entrevistar a más de 1.000 jóvenes, o apúntate a esa actividad que siempre te ha apetecido. Estás en el momento preciso para enfrentarte a tus temores y decidir quién quieres ser. Eso asusta, pero también puede ser emocionante. Y, si por el camino te entra la angustia, recuerda: compartida da menos miedo.