Bendita y maldita adultez. La independencia vital te proporciona la posibilidad de tomar tus propias decisiones en lugar de verte obligadx a acatar las decisiones de terceras personas. Y eso es maravilloso. No obstante, también supone enfrentarte a un drama que afecta a toda la población humana: la dificultad de tomar esas decisiones. ¿No es paradójico? Maduras hasta ganarte tu autosuficiencia y luego, una vez la tienes entre tus manos, apenas sabes qué hacer con ella. Y el problema no es contemporáneo. Es connatural a la especie sapiens.
Así lo explica en Inverse la profesora Katherine Fox-Glassman, de la Universidad de Columbia: "Nuestros cerebros se adaptan muy bien a tantas cosas: comprender la incertidumbre no es una de esas cosas para la mayoría de las personas. La gente malinterpreta, distorsiona, ignora y abusa de la probabilidad en docenas de formas bien documentadas". Y en cierto nivel eres consciente de ello. De ahí que te cueste tantísimo tomar muchas de las decisiones. Al fin y al cabo, te falta seguridad en ti mismx. En tu capacidad para ver las cosas con precisión.
Por otro lado, el mundo está lleno de recomendaciones sobre cómo decidir mejor. Existen libros. Existen artículos. Existen charlas. Y aunque en esos lugares haya enseñanzas válidas, mecanismos que podrían ayudarte a entender mejor la probabilidad, a considerar todas las opciones con objetividad, a incorporar tus emociones como un elemento más a tener en cuenta, la realidad es que te confunden. En palabras de la propia Fox-Glassman, "cada vez que aportas estrategia a una situación aumentas la posibilidad de pensar demasiado en ello".
Que no tomen la decisión por ti
Sí, tienes en cuenta más cosas importantes que teóricamente te ayudan a tomar mejores decisiones, pero todas esas cosas incrementan la carga de información con la que tiene que lidiar tu cerebro. Y al final decides no decidir nada, lo cual es un peligro porque, como dicen desde Inverse, "si no tomas una decisión, alguien, o algo, lo hará por ti". Porque al final la vida se trata de escoger caminos. De ir creando un sendero particular para una maquinaria siempre en marcha. O escoges tú el timón o acabarás en un punto aleatorio.
Además, más allá del hándicap humano para tomar decisiones de manera individual, existe otro factor que puede inducir a la terrible y eterna indecisión: el desconocimiento. Especialmente en lo que respecta a tus relaciones. En ese sentido, indican desde este medio, "la toma de decisiones sociales exitosa depende de qué tan bien comprendes las intenciones, las emociones y las creencias de los demás", y probablemente nunca hayamos vivido en una era de tanta desconexión auténtica como la actual. Te falta profundidad. Te falta vínculo.