Quieres controlarlos. Te llenan de intranquilidad, joden tus relaciones y te transforman en algo que odias profundamente. Los celos remueven y agitan lo más detestable que hay escondido en tu interior: inseguridad, desconfianza, victimismo, rencor, agresividad. La lista es larga y la conoces de sobra. Por eso intentas no sentirlos y, cuando los sientes, tratas de evitar que tomen el poder. Pero lo toman. La tormenta se desata en tu cabeza y pierdes la cordura, tu personalidad se desdibuja. Estás como poseído. Y no tienes ni la más remota idea de cómo acabar con ellos.
De dónde vienen
Ojalá pudiera decirse que los celos provienen de una única y aislada razón. Sería más fácil vencerlos. Pero no. Según cuenta el psicólogo humanista Gerardo Castaño, "los celos son un fenómeno psicológico multicausal que puede responder a varias cuestiones simultáneas: haber sufrido infidelidades en el pasado, tener mala comunicación con la pareja o ser alguien inseguro que se siente incapaz de merecer amor hasta el punto de creer que tu pareja está con otra persona porque tú no puedes darle lo que necesita, entre muchas otras".
Irónicamente, y según el especialista, otro de los posibles motivantes podría ser tu propia capacidad para ser infiel: "las personas con mayor tendencia a la infidelidad suele ser también más celosas, precisamente porque piensan que sus parejas pueden actuar de igual manera". Sea como sea, infiel o leal hasta la muerte, el carácter multiorigen de los celos hace que no exista ningún perfil psicológico que se libre de ellos. Todos somos susceptibles de sufrir su punzada. Pero no todos los celos son exactamente iguales.
Niveles de celos
"Quien padece celos entra siempre en un estado de inquietud y estrés al plantarse la idea de que su pareja pueda estar engañándole o que una tercera persona pueda estar pretendiendo a su pareja. Por tanto, sea cual sea el caso, los celos son un problema. Uno que afecta a las dos partes", sostiene este experto en psicoterapia psicoanalítica. No obstante, y aunque los celos en sí nos roben la alegría por igual a todos, hay diferentes grados de celos que minimizan o amplifican muchísimo los efectos que tiene esta ingrata sensación en nuestras vidas.
En concreto, y según el psiquiatra argentino Walter Ghedin, existen cuatro variantes diferentes de celos. En primer lugar, los celos que provocan una reacción emocional normal. Los sientes, los dominas y no ponen patas arriba tu mundo. En segundo lugar, y ya bastante venenosos, los celos que provocan una reacción emocional desmedida. Los sientes, te dominan y necesitas la verificación irrefutable de que son injustificados para poder recuperar la paz mental, aunque eso suponga confrontar agresivamente a tu pareja o recurrir a la bajeza del espionaje.
En tercer lugar, y aquí entramos ya en territorio oscuro, estarían los celos como rasgo distintivo de la personalidad. Ya no es algo anecdótico o circunstancial, sino la consecuencia de un aspecto identitario que los hace tremendamente desconfiados. Tanto el segundo como el tercer grupo requieren de ayuda profesional, "trabajando la autoestima, las heridas del pasado para que cicatricen y el resto de causas que puedan esconderse detrás", apunta Gerardo. Y por último, en el cuarto grupo, los celos delirantes: los efectos del llamado síndrome de Otelo.
Síndrome de Otelo
También conocido como celopatía, el síndrome de Otelo es un trastorno delirante que conduce a quien lo sufre a creer con total convencimiento que su pareja le está siendo infiel. No importa que no existan razones objetivas. Las paranoias y conspiranoias que experimenta el paciente le llevan a ver lo que su mente necesita ver para reafirmar la historia de que es víctima de la infidelidad. Una forma extrema y peligrosa de vivir los celos que constituye, según el propio Gerardo, una enfermedad mental grave, ya que incluye "alucinaciones químicas".
La historia de Debbi Wood, apodada por los medios como "la mujer más celosa del mundo", ha sido uno de los casos más sonados de celopatía. No en vano, esta escocesa obliga a su marido a someterse al detector de mentiras cada vez que vuelve a casa, además de registrar de forma compulsiva sus emails y cuentas bancarias y prohibirle ver fotos de otras mujeres. Una auténtica pesadilla para su pareja, pero también para ella, pues quienes sufren este síndrome ignoran por completo que padecen un problema.
El origen de estos celos patológicos resulta del todo desconocido. Lo que sí han descubierto los psicólogos y psiquiatras que se han acercado al síndrome de Otelo, no obstante, es que afecta con mayor frecuencia a hombres que a mujeres, y que podría ser uno de los motivantes tras algunos casos de violencia de género. Sea como sea, con Otelo o no de por medio, los celos son un problema que no tienen por qué destrozar tu vida ni la de quienes la comparten contigo. Puedes trabajarlo. Hay miles de especialistas dispuestos a ayudarte.