4 pacientes cuentan cómo el TOC puede destruir tu vida social y amorosa

4 pacientes me cuentan cómo el TOC puede destruir tu vida social y amorosa

Te despiertas, y en el mismo momento en que abres tus ojos, una multitud de pensamientos intrusos abordan tu mente. Sientes que, si no golpeas el cabecero de la cama tres veces con la mano izquierda antes de levantarte, que, si no sales y entras cinco veces de la ducha antes de abrir el grifo, o que, si no giras la llave cuatro veces a derecha e izquierda antes de irte de casa, algo horrible te va a suceder, a ti o a tu familia. Pueden parecer pensamientos dementes y totalmente irracionales, pero se estima que aproximadamente un 3% de la población mundial los tiene porque sufre trastorno obsesivo-compulsivo, más conocido como TOC. Una enfermedad mental que muchas veces tarda en ser diagnosticada por el estigma social, pero que afecta a todos los niveles de la vida cotidiana.

Quizás, al pensar en TOC, te vengan a la mente películas tan conocidas como Mejor... imposible, El aviador o la reciente española TOC TOC. Al verlas desde fuera, pueden parecer conductas graciosas, cómicas o exageradas pero, no te engañes, la pura verdad es que ninguno de los que estamos al margen de este trastorno podemos llegar a imaginar lo realmente jodido que es lidiar con estos pensamientos, la ansiedad que producen y la soledad que queda después de que tu entorno se aleje por considerarte un ‘bicho raro’.

"Hay casos graves de personas que no pueden ni siquiera vestirse o salir de su casa; obviamente tampoco tienen trabajo y mucho menos amigos o pareja”, expone Laura Jabardo, una psicóloga especialista en trastorno obsesivo-compulsivo que además, sufrió la enfermedad en sus propias carnes y que dice que "existen toda una serie de factores genéticos que determinan la aparición de estas obsesiones y pueden acaparar espectros muy variados de la vida de una persona". Uno de los subtipos más curiosos es el amor obsesivo, cuando la persona no puede dejar de darle vueltas a su relación, dudando de si realmente es la persona con la que quiere estar o si su pareja le ama. "No son dudas racionales y son extremadamente repetitivas e intrusivas”, aclara Laura.

Una pareja con TOC

“Imagina no poder tocar, practicar sexo, ni siquiera agarrar la mano de la persona a la que amas porque unos grotescos y repulsivos pensamientos de muerte e infección abordan tu mente constantemente, te parte el corazón”, explica Rubén —nombre ficticio—. Este joven de 28 años lleva conviviendo con estas obsesiones prácticamente desde que tiene uso de razón y cuenta que los brotes pueden llegar a ser terroríficos para ti y los que te rodean. Cuenta que conoció a su expareja durante una época más tranquila de su vida: “El TOC estaba ahí, pero podía sobrellevarlo con normalidad. Ella entendía todas mis compulsiones y las toleraba, pero llegó un momento estresante de mi vida y el TOC se salió de control por completo. La relación no lo soportó más”.

El infierno en tu cabeza

Pero si tu pareja lo sufre, tú puedes llegar a sentirte totalmente solo e incomprendido. Como le pasó a Marco, que también ha preferido guardar su verdadero nombre en el anonimato para contar su historia con libertad: “A veces andaba hacia el bus para volver a mi casa después de la universidad y, de pronto, sentía que el paso que daba estaba maldito. Necesitaba volver atrás toda la manzana hasta llegar a cierto punto y tocar el suelo con el dedo índice de la mano para que nada malo ocurriera".

Uno de los sentimientos que se repite más en la mente de un obsesivo-compulsivo es la vergüenza. Vergüenza por lo que los demás piensan al verte actuar de una forma tan extraña, vergüenza de que te pregunten si te encuentras bien, vergüenza de reconocer ante los demás que tienes un problema. “Tú sabes perfectamente que hay algo que no cuadra y quieres evitar a toda costa que la gente te pregunte por qué actúas como actúas”, apunta la experta.

Poco a poco, la enfermedad va acaparando todos los ámbitos de tu vida, hasta que tú mismo te aíslas del resto de personas para evitar situaciones de angustia o ansiedad. “No es solo que tú quieras aislarte de los demás, sino que los demás quieren alejarse de ti. Eres consciente de que estresas a la gente de tu alrededor con tu comportamiento, sientes que molestas", explica Marco.

La causa de esas desapariciones de su vida era la forma que tenía de relacionarse: “si estaba hablando con alguien por Whatsapp y tardaba demasiado en contestar, empezaba a pensar que había hecho algo mal, o que quizás, le había atropellado un coche. Necesitaba contactar con esa persona por todos los medios posibles; llamándola, enviándole mensajes por Facebook o presentándome en su casa, para disculparme o para asegurarme de que nada malo le pasó. La gente sencillamente no puede soportar esos niveles de obsesión”. Él también tardó mucho tiempo en saber que tenía una enfermedad mental: “Creía que era parte de mi forma de ser, hasta que llegó un punto en que el TOC tomó el control de mi vida por completo y pedí ayuda”.

La importancia del tratamiento

Laura Jabardo lleva varios años recuperada de su trastorno y, a través de su blog, Una psicóloga con TOC, cuenta su experiencia e intenta inspirar, en la medida de lo posible, a personas que se sienten solas e incomprendidas para que pidan ayuda: “Si te sientes mal físicamente, tu entorno te recomienda ir al médico sin dudarlo. En cambio, si comentas que tienes cita con el psicólogo o el psiquiatra, te toman por un loco. No es de extrañar entonces que haya tantos casos de TOC sin diagnosticar. La gente tiene miedo de reconocer que sufre un trastorno por el grave estigma social que existe alrededor”.

Carlos nombre ficticio, tuvo trastorno obsesivo-compulsivo durante más de 20 años. “Llegó un momento en el que me descontrolé y ni siquiera podía salir de casa", reconoce. Pero después de someterse a varios tipos de tratamientos está totalmente recuperado. "Casi pierdo mi trabajo, pero mi fuerza interior no me dejaba darme por vencido. Deshacerme de mis obsesiones ha significado recuperar mi vida”, cuenta Carlos que necesitó pedir ayuda a especialistas como Laura Jabardo una vez superado el estigma. Ese que reforzamos todos con nuestra ignorancia sobre la salud mental y despreciando a las personas que tienen algún trastorno. Piensa que si tener una enfermedad siempre fuera considerado un estigma, nadie iría al médico por vergüenza y probablemente estaríamos todos muertos.