Macron, el candidato sin partido que lo tiene todo para ser presidente de Francia

En el verano de 2014, con apenas 36 años, Emmanuel Macron fue nombrado ministro de Economía, Finanzas e Industria de Francia. 

Dos años es tiempo suficiente para que tu vida esté completamente patas arriba. Y si no que se lo digan al político francés Emmanuel Macron. En el verano de 2014, con apenas 36 años, fue nombrado ministro de Economía, Finanzas e Industria de Francia. Su elección desató la locura en la prensa económica del país que no podía entender como el joven y liberal Macron se afianzaba en uno de los cargos más importantes para la imagen del partido socialista francés. De hecho, nada más asumir la cartera ministerial, criticó duramente la propuesta del líder del partido François Hollande de introducir un impuesto del 75% para los más ricos. Ni corto ni perezoso afirmó: "Esto es Cuba, pero sin sol".

Criado en un entorno de clase media alta —su padre es un neurólogo profesor universitario y su madre física— Macron estudió filosofía en Francia, pasó por la London School of Economics y se graduó en la prestigiosa Escuela de Administración Nacional, una especie de cantera para la élite política y económica francesa. De ahí se fue un par de años a la banca de inversión y, finalmente, pasó a asesorar económicamente al Palacio del Elíseo de François Hollande. Sin embargo, en 2014 llegó su nombramiento como ministro y todo se precipitó.

Joven, atractivo, sofisticado, europeísta y liberal, Macron se convirtió en el ‘niño bonito’ del Gobierno Hollande. Aunque no del partido socialista francés. Era una obviedad que este, con unas bases bastante más a la izquierda que Macron, nunca lo elegiría como líder. La razón es que Macrón cree firmemente que el partido adolece de lo mismo que el país: falta de confianza en sí mismo y miedo al cambio y a la apertura al mundo. Así que hace menos de un año lanzó su propio movimiento político, En Marche!. 

Y los astros se alinearon para él. El partido socialista eligió como líder a Benoît Hamon, al que se considera demasiado a la izquierda incluso para el votante medio francés, que ya es decir. Mientras tanto, los conservadores prefirieron a Benoît Hamon, un viejo conocido de la política francesa, firme defensor de la austeridad y con más que cuestionables lazos con el autoritario presidente ruso Vladimir Putin. Por si fuera poco, Fillon se ha visto envuelto en un escándalo tras saberse que empleó con decenas de miles de euros de dinero público a su esposa e hijos como ayudantes sin funciones hasta el momento conocidas.

Así que, ante semejante panorama para los votantes franceses, la popularidad de Macron ha crecido como la espuma. Sobre todo porque es la antítesis de la otra gran protagonista, Marine Le Pen. Líder del Frente Nacional, con un discurso abiertamente islamófobo y partidaria de la salida del euro y fuertes medidas proteccionistas, Le Pen lidera las encuestas en Francia. Parece claro que ganará la primera vuelta de las elecciones el 23 de abril con alrededor del 25% de los votos. Y parece también claro que perderá la segunda el 7 de mayo. A esta segunda vuelta pasan solo los dos candidatos más votados, así que se proyecta como un claro "el que pase contra Le Pen".

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Dadas las características de Le Pen, es probable que el resto de partidos pida a sus votantes que se decanten por el candidato rival, sea cual sea. Es decir, se espera que si Fillon o Hamon no pasan a la segunda ronda, pidan a sus votantes que voten por Macron. Todo menos Le Pen. Y las encuestas dicen que tanto contra Macron o contra el conservador Fillon, Le Pen perdería. Pero como la elección de Trump y el Brexit han demostrado, no hay que dar nada por hecho.

Las bases del partido socialista no soportan a Macron porque lo ven un niño de papá vendido al capital internacional y las bases más conservadoras reniegan de su apertura a Europa y creen que no es suficientemente patriota ni suficientemente austero. Así que si votan por él lo harán con la nariz tapada. Lo cierto es que Macron carece de la fuerza de un partido detrás, por lo que si gana la presidencia tendrá un Gobierno complicadísimo sin apoyo parlamentario. Le Pen lo ataca tachándolo de establishment liberal, un más de lo mismo que no hará recuperar la supuesta grandeza que Francia ha perdido.

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De hecho, la vida personal de Macron también ha levantado ríos de tinta. Está casado con Brigitte Trogneux, 24 años mayor que él y su antigua profesora en el instituto. Dicen que se conocieron cuando él tenía 15 años, pero que hasta que él cumplió 18 no empezaron a salir. Para sus simpatizantes, un ejemplo más del liberalismo y apertura que Macron representa. Para sus detractores, un factor más para desconfiar de él. En menos de un mes se sabrá si recibe la misión de batirse con Marine Le Pen en lo que se perfila como un duelo a cara de perro de cuyo resultados depende directamente la estabilidad política y económica europea. Lo dicho, dos años pueden poner tu vida patas arriba.